domingo, 16 de noviembre de 2014

EL ESTATISMO DEL SIGLO XXI


No podemos dejar de preguntarnos por qué vivimos hoy en día en una sociedad tan “estable”. A pesar de los grandes escándalos políticos, financieros, a pesar de ver como la carcoma ha devorado cualquier ápice de honorabilidad, la vida del ciudadano común transcurre en una “idiocia” increíble.
Todo parece una sesión de fuegos artificiales: un acontecimiento ocupa las primeras páginas de los periódicos, pareciera que sólo ocurre eso en el planeta y, en pocos días, la noticia se desvanece… ya nadie habla de ello.
La vida del contribuyente transcurre en una mediocre monotonía en la que el sobresalto de una noticia no altera para nada su “status quo” ; como mucho, será motivo de conversación en la cena del sábado con los amigos. Nada para las largas caravanas de fines de semana, puentes, vacaciones estivales etc.
A pesar de las grandes diferencias económicas entre los distintos estamentos sociales, pensar en la actualidad en una revolución, es impensable. Tampoco creemos que sea el camino, pero cuanto menos, debemos reflexionar sobre ello.
Si miramos a los siglos pasados, vemos como existía un amo y un esclavo, desde Roma, pasando por la Edad Media con sus señores feudales, hasta llegar a la era industrial, en donde los propietarios de las fabricas explotaban de forma brutal a los trabajadores. Y en cada época hubo sus rebeliones. Había un oponente, alguien que oprimía, el enemigo era visible.
Pero con la habilidad de un camaleón, el sistema dominante ha cambiado. Ya no se requiere de un ciudadano obediente al sistema, sino de un ciudadano “dependiente”, de las coordenadas que –siempre bajo el mito de la libertad- se le han otorgado: la superación, el logro, la ambición personal. Ya no necesitamos al amo con el látigo, nosotros mismos somos el trabajador que se explota a sí mismo. Y lo que es más grave, todo ello lleva una dosis de placer al pensar en la consecución de nuestros logros.
No somos conscientes del nivel de sometimiento que tenemos. Hoy en día no luchamos contra nadie, que no sea contra nosotros mismos, en ese afán de eterna superación. Y esto es algo que afecta de una manera enorme a nuestra salud: Empleamos la violencia contra nosotros mismos, en lugar de pretender lograr algún cambio social. Mayor exigencia, menor intolerancia al fracaso… Esa lucha histórica contra el poder establecido ha dado paso a la autoagresión, y la resultante es un conglomerado de personas extenuadas, abatidas, depresivas y, por supuesto, incomunicadas.
Y las mujeres estamos ahí… con el espejismo de la revolución femenina que nos otorgó una libertad, fundamentalmente sexual –que era lo que interesaba- y con el saco a cuestas de las autoexigencias sociales actuales, que constituyen los grilletes invisibles del siglo XXI.

Decir ¡alerta! es poco. Creemos y sentimos, que la vida de toda mujer requiere de una profunda autoreflexión en la que desdeñemos el miedo ancestral a no ser como el resto y sentirnos rechazadas.
Por Inspiración Femenina Tian.

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