jueves, 30 de enero de 2014

LA MUJER NORMAL HA MUERTO

Por Inspiración Femenina Tian

El hecho de que las mujeres hagamos lo que sea para gustar a los hombres, no es nuevo; tampoco lo es que, a fuerza de escuchar lo que es bonito o feo, terminemos manipulando los propios gustos y adquiriendo como nuestros los que la sociedad nos impone. Que los medios de comunicación tienen una cierta afición a mostrar a la mujer 'florero', adorno, tontita... también es algo conocido por todos. Pero todo esto está clarísimamente expuesto en el trabajo "Il corpo delle donne", de Lorella Zanardo y Marco Malfi Chindemi, que recoge el blog de mujeres del periódico 'El País'. Les aconsejamos que lo lean.

La mujer normal ha muerto

Por:  29 de enero de 2014

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Anna Magnani (CORDON PRESS)
Ponte en pie ante las canas 
y honra el rostro del anciano.
El libro del Levítico
Sí. La mujer normal ha muerto. Ha muerto porque en la televisión ha dejado de existir. ¿Qué les pasa a las mujeres que aparecen en ella, que no tienen arrugas, que se ríen abiertamente sin signos de expresión? ¿Por qué tienen los labios y los pechos hinchados... exageradamente? ¿Dónde están las mujeres como yo —como tú? Han muerto. No quieren verlas y las han eliminado de la pantalla, porque... ¿para qué?, ¿para recordarnos que el tiempo pasa y pasa para todos?, ¿para que el público, cómodamente en su salón, opine que los años no pasan por ti, (mujer de la televisión), que cada día estás más joven, que quizá con un poco más de pómulo...?
Anna Magniani, antes de que el maquillaje le cubriera todo el rostro, pidió que no le quitaran las arrugas, que le habían costado toda una vida procurárselas. Pero ¿qué presentadora, actriz o modelo está dispuesta a ello? ¿Qué nos ocurre a las mujeres normales para querer pasar por el quirófano, obedeciendo a un supuesto deseo o cánon o perfección o visión masculina? ¿Quién nos ha engañado y nos ha hecho creer que estamos más guapas así, desfiguradas completamente?
¿Qué pasa en la televisión, que parece una caricatura de la sociedad? La mujer deformada se pasea por nuestro salón y nosotras, mujeres del otro lado de la pantalla, nos miramos en ellas y vemos que no coincide la silueta, que no hay semejanza alguna. La mujer normal de la televisión ha muerto y la mujer normal de fuera de la televisión se esconde, imita, compara. No hay manera, no hay rastro de la mujer con arrugas o con flaccidez, no hayestrías que brillen bajo el foco de la luz, ni barrigas. No hay sobrepeso —ni siquiera hay gafas. El cuerpo de las mujeres, un documental de apenas veinticinco minutos, desenmascara a esa mujer muerta que se ha quedado dentro de la televisión y que no sale, por más que la echemos no sale de nuestra vida, de nuestras expectativas.

¿Hemos perdido la capacidad de esperar de nosotras la normalidad? ¿Nos miramos a través de un supuesto deseo masculino? ¿Por qué la televisión está llena de mujeres cuyo talento se basa en la belleza y la juventud? ¿Cuántas veces tendremos que leer que a tal o cual actriz se le nota demasiado la cirugía o, peor, necesitaría unos retoques?
Preguntas y más preguntas que nos hacemos, nos hacemos a este lado de la pantalla, y del otro lado hay un vacío, una laguna: del otro lado hay mujeres que acompañan a hombres en los programas, hay un florero con cuerpo de mujer, o una pata de la mesa; al otro lado una mujer ríe las gracias, da paso a la publicidad, es humillada, es un objeto sexual. No, no es una exageración: veinticinco minutos de documental y todo está ahí, ahí, donde la mujer normal no tiene cabida, todo está ahí: en lo mediocre, en lo soez, en la sexualidad de las presentadoras que no presentan. Las cualidades de las mujeres vivas de la televisión son puramente físicas: son rubias, son guapas, son simpáticas. Y cuando una mujer con talento se cuela entre bastidores, no vale —no vende.
No cabemos las mujeres normales en la televisión: estamos demasiado vivas, demasiado arrugadas, demasiado fláccidas. No se cabe en la televisión, es tan pequeña. La mujer normal necesita estar a este lado de la pantalla, porque sin nosotras no saben a quién dirigirse. ¿Cómo? El reclamo que utilizan para el hombre es una trampa, es sólo una manera de llegar hasta nosotras: sí, porque nos miramos con los ojos equivocados —los ojos sin tiempo, los ojos perfectos. Medimos a las mujeres de la televisión, las medimos y tampoco caben ahí dentro, es tan pequeña, somos tan pequeñas: insignificantes, al margen.
Veinticinco minutos y lo veréis: la nada que puede llegar a ser la televisión, que no hay manera de entrar y salir de ella sin quedar ileso. La televisión afea, deforma, provoca. La televisión insulta, decora, nos vomita encima. La máscara de la televisión, la tristeza de las mujeres, la altura de la belleza —inalcanzable, tan pequeña es. ¿Qué les pasa a las caras de las mujeres? ¿Qué esconden bajo la máscara?


domingo, 26 de enero de 2014

MUJERES/VARONES Y GUERRA...

Por Inspiración Femenina Tian

Durante milenios los varones han hecho la guerra... y las mujeres la hemos sufrido. Hemos perdido a los esposos, a los hijos, a los padres; hemos sido asesinadas, hemos sido violadas; hemos sido desposeídas de nuestras casas y cosas...
Si fuera la mujer la encargada de resolver asuntos de estado, probablemente tomaría otras vías que no incluyeran la violencia y la guerra, puesto que en nuestra esencia no está el destruir sino el gestar. Gestar, no solamente hijos sino, en general, ¡ir a favor de la vida!
Probablemente -y ésta ha sido nuestra opinión y sugerencia-, la mujer tomaría la vía del consenso. Para ello, evidentemente, no se pueden imponer opiniones; se tiene que estar dispuesto a admitir que el punto de vista del otro también puede ser aceptable y que el acuerdo es posible; se tiene que estar dispuesto a conversar y conversar hasta llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes; por supuesto, ambas partes tienen que estar dispuestas a renunciar a sus pretensiones y a entrar en un sentido común, o en una dirección común...
No pensamos que el consenso sea algo facil en nuestra sociedad actual, pero la dificultad -que no imposibilidad- no debe ser motivo para no hacerlo.
Podríamos comenzar a practicar el consenso en nuestra vida diaria, en nuestras pequeñas guerras cotidianas. Cada partícula de cambio que hagamos las mujeres, va a tener una repercusión en la totalidad, aunque nunca seamos conocedoras de el alcance que ha tenido.
Nos ha llamado la atención este artículo, aparecido hoy en 'El País', curiosamente escrito por un varón, pero que relata muy bien las diferencias de género en cuanto a violencia.



El varón, arma de destrucción masiva

La violencia y las guerras han estado dominadas siempre por un sesgo de género

El 70% de las mujeres sufre algún tipo de agresión durante su vida

Una mujer aterrorizada camina a las afuertas de Bangui, capital de la República Centroafricana. / JEROME DELAY (AP)
Una de las noticias más esperanzadoras del año 2014 es la apertura de negociaciones con el régimen iraní en torno a su programa nuclear. Con razón, a la comunidad internacional le preocupa la proliferación de estas armas, de ahí que, de forma excepcional, al otro lado de la mesa nos encontremos actuando unidos a EE UU, Rusia, China y la Unión Europea. Pero pese a la increíble capacidad de destrucción de estas armas, hay quienes sostienen que no tienen tanto de excepcional; son, dicen, nada más que muchas toneladas de explosivos juntas. Algo de razón no les falta: el genocidio más importante de la historia, el cometido contra el pueblo judío, no requirió de armas nucleares, como tampoco fueron necesarios más que unas decenas de miles de machetes de fabricación china para terminar con los 800.000 tutsis que fallecieron en el genocidio ruandés. Las aproximadamente 135.000 víctimas deHiroshima desafían nuestra comprensión, pero también lo hacen los casi 300.000 muertos en la batalla por Verdún. La cruda realidad es que, desde la noche de los tiempos, el ser humano ha mostrado una increíble capacidad de matar, y de hacerlo en masa y sostenidamente, y para ello se ha servido de cualquier cosa a su alcance: un machete, un AK-47, explosivos convencionales o bombas atómicas.
Los genocidios más grandes de la historia no han requerido misiles
Fuente: INE / EL PAÍS
Un momento: “¿el ser humano?”. No exactamente. La práctica totalidad de todas estas muertes tienen en común un hecho tan relevante como invisible en el debate público: que fueron varones los que los cometieron. La historia militar no deja lugar a ninguna duda: los ejércitos han estado formados por varones, que han sido los ejecutores casi en exclusiva de este tipo de violencia, y sus principales víctimas. Cierto que guerrillas y grupos terroristas han incluido históricamente mujeres, a veces muy sanguinarias (en España, por desgracia, conocemos el fenómeno), pero la violencia bélica en manos de las mujeres ha sido una gota en un océano. El resultado, no por conocido, es menos trágico: solo en el siglo XX, las víctimas de estos conflictos desencadenados y ejecutados por varones se cobraron la vida de entre 136 y 148 millones de personas.
Podemos prohibir las bombas, pero detrás siempre
hay un hombre
Se dirá que las guerras son cosas del pasado, típicas de sociedades predemocráticas. Pero ¿cómo explicar entonces el sesgo de género que domina la violencia en nuestras sociedades? No hablamos de sociedades atávicas, sino de sociedades occidentales, democracias plenas donde, como en Estados Unidos, las estadísticas nos indican que el 90% de todos los homicidios cometidos entre 1980 y 2005 lo fueron por varones, mientras que solo el 10% por mujeres. De todos esos homicidios, algo más de dos tercios (68%) fueron cometidos por varones contra varones, mientras que en uno de cada cinco (21%) un varón mató a mujer. Aunque sí que hubo mujeres que mataron a hombres, solo representaron el 10% de todos los homicidios, mientras que, significativamente, el porcentaje de mujeres que mataron a mujeres fue ridículo (2,2%). Así pues, las mujeres no matan mujeres, solo varones y, en gran proporción, en defensa propia. Claro que EE UU es una sociedad más violenta que otras, pero los datos de España, Reino Unido u otros países de nuestro entorno no son muy distintos: reveladoramente, la población penitenciaria española está compuesta en un 90% por hombres y en un 10% por mujeres. Al igual que la guerra, el homicidio y, en general, el crimen parecen ser fenómenos casi puramente masculinos.
Las violaciones son el capítulo más vergonzoso de los conflictos bélicos
Los efectos de una cultura patriarcal dominada por varones son tan demoledores que pareciera que en el mundo se libra una guerra (invisible, pero guerra) de varones contra mujeres. Según Naciones Unidas, el 70% de las mujeres han experimentado alguna forma de violencia a lo largo de su vida, una de cada cinco de tipo sexual. Increíblemente, las mujeres entre 15 y 44 años tienen más probabilidad de ser atacadas por su pareja o asaltadas sexualmente que de sufrir cáncer o tener un accidente de tráfico. En España y otros países de nuestro entorno, casi la mitad de las mujeres víctimas de homicidios lo fueron a manos de sus parejas, frente a un 7% de hombres, lo que significa que la probabilidad que tiene una mujer de morir a manos de su pareja es seis veces superior a la de un hombre.
Fuente: Departamento de Justicia de EE UU. / EL PAÍS
La violencia sexual contra las mujeres es omnipresente y constituye uno de los capítulos más vergonzosos, y más silenciados, de la historia de los conflictos bélicos. Ello pese a la evidencia de que esa violencia no solo ha sido consentida sino alentada como arma de guerra. Según Keith Lowe, autor del libro Continente salvaje, la Segunda Guerra Mundial batió todos los récords de violencia sexual, especialmente contra las mujeres alemanas a medida que el ejército soviético se adentraba en Alemania (se calcula que dos millones fueron violadas como consecuencia de una política de venganza sexual deliberada). Hoy en día, la ONU estima en 200.000 las violaciones ocurridas en la República del Congo, una cifra similar a la ofrecida para Ruanda. Lejos de África, en el corazón de la Europa educada, la violación también fue un arma de guerra interétnica en el conflicto de la antigua Yugoslavia, donde se estima que entre 20.000 y 50.000 mujeres fueron violadas. A lo que se añade una larga lista de crímenes que solo las diferencias de género pueden explicar y que incluye el aborto selectivo de niñas, los crímenes de honor, el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual o la mutilación sexual, que afecta a 130 millones de mujeres. No hace falta adentrarse en las sutilezas de la discriminación política, económica y social, en sí un hecho muy revelador de la subordinación generalizada de la mujer: el nivel de violencia física contra las mujeres que hay en el mundo lo dice todo. Algunos describen la violencia que se ejerce contra las mujeres solo por el hecho de serlo como “feminofobia”. ¿Por qué no nos suena nada este término, o alguno similar?
El 90% de la población española penitenciaria es masculina
Reconozcámoslo: los varones son el mayor arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad, y hay unos 3.500 millones de ellos por ahí sueltos. Podemos prohibir las armas largas, las armas cortas, las minas antipersona, las bombas de fósforo o de fragmentación, las armas bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos siempre en el mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón. De ahí que Naciones Unidas haya adoptado varias iniciativas de alcance mundial, recurriendo para ello al propio Consejo de Seguridad, que en su Resolución 1.325 de 31 de octubre de 2000 hizo visible por primera vez la necesidad de una protección explícita y diferenciada para las mujeres y las niñas en escenarios de conflicto, así como la contribución fundamental que las mujeres hacen y deben hacer en lo relativo a la resolución de conflictos y la construcción de la paz.
Existen muchas posibles, y complejas, explicaciones sobre estos hechos. Tampoco son fáciles las respuestas que debamos dar, y mucho menos las medidas a adoptar. Pero los hechos están ahí, y son incontestables: los varones matan y se matan, mucho, y ejercen mucha violencia contra las mujeres. Sin embargo, el debate público sobre este hecho es inexistente. Antes que repuestas, este debate requiere preguntas, en realidad una sola pregunta: ¿son los varones armas de destrucción masiva?


martes, 21 de enero de 2014

LA FIGURA DE LA MUJER EN EL TIEMPO

Por Milagros García-Bueno



Hoy me gustaría contarles algo que he tenido la casualidad de vivir personalmente.
Hace unos días, la hija –que la Creación me dejó en custodia- me pedía que le preguntase el temario que llevaba para el próximo examen de literatura, en el cual tenía que presentar además un trabajo sobre “La Figura de la Mujer en el Tiempo”. Por razones obvias, el título despertó mi curiosidad inmediatamente.
Como sabemos la Literatura es ese arte que utiliza la palabra como expresión y que conlleva la producción de un conjunto de obras, en las cuales se reflejan los pensamientos, sentimientos, situaciones, conocimientos y acciones que han acontecido al ser humano en los diferentes momentos de la historia.
Repasando ese período de la literatura que estaban viendo en el Instituto –motivo de examen-, vimos el análisis que en clase se había hecho de cómo había sido considerada la figura de la mujer, desde una parte concreta de la historia hasta nuestros días.
En el análisis se puede observar cómo con el pasar de los siglos, la figura de la mujer ha estado notablemente disminuida. O dicho más claramente: las mujeres en los últimos cinco siglos hemos empeorado en nuestro desarrollo.
En la época del Medioevo (siglo V al siglo XV) la mujer venía ofrecida como esposa gracias a su dote. Cuanto mayor era su dote, mayor era la probabilidad de que fuese un hombre rico a tomarla en matrimonio. Así, el matrimonio era un contrato entre el padre de la esposa y el futuro marido, ya que, en ese contrato, la mujer no podía tener –de ninguna de las maneras- ni voz ni voto.
A partir del siglo XIII, nació una corriente poética, que veía la figura de la mujer superior a como era considerada por la sociedad de la época.
Esta corriente nace en Italia y es conocida con el nombre de “Dulce Estilo Nuevo”, en el que nos encontramos con un amor cortés, un trasfondo religioso de la experiencia amorosa, un concepto de gentileza, de idealización de la mujer y de creencia en que el amor ejerce un influjo benéfico y ennoblecedor sobre el amante.
Vimos un ejemplo en los poetas más significativos e importantes de este grupo, que son: Guinizelli, Cavalcanti y Dante Alighieri.
Guinizelli  en su canción, “Al cor gentil rempaira sempre amore” ( En el corazón gentil  encuentra refugio siempre el amor), define el amor gentil como «purificado y purificador» y considera que el amor y el corazón noble, derivado de la virtud personal, son una y la misma cosa. Según Guinizzelli, la amada estimula la disposición innata del amante para el bien absoluto y lo pone en comunicación con el amor Divino.
Cavalcanti pregona su ideal de amor cristiano y neoaristotélico en su canción “Donna me prega, per ch’eo voglio dire” (La Mujer me ruega, por esto quiero decirle). En tal canción, la idealidad y la renuncia a las realidades empíricas provocan que la dama nunca asuma una corporeidad perfilada, sino que irradie acción por medio de su belleza. El amante, entre agitaciones y angustias, se siente perseguido por los espectros del amor y de la muerte.
Dante Alighieri en la canción “Donne ch’avete intelletto d’amore” (Mujeres que tenéis inteligencia de amor)  ensalza el concepto de amor, especialmente en la contemplación angélica de la amada.
A través de estos literatos del Dulce Estilo Nuevo, vimos cómo en aquella época la mujer era considerada una criatura maravillosa que representaba al Divino. La mujer era necesaria para el hombre enamorado que, a través de su visión, lograba expresar sus virtudes innatas. Ella era idolatrada, pero un eventual rechazo por su parte, causaba en el enamorado consecuencias desastrosas, que lo llevaban incluso a su muerte espiritual. Esta corriente poética, que reponía en la figura de la mujer una particular importancia, daba un valor significativo a la vida del poeta, pero podía ser profundamente alterada con una simple mirada.
Como hemos dicho, este período fue solamente un paréntesis a la mitad del medioevo, de hecho, la figura de la mujer ha continuado a ser infravalorada y despreciada.
Posteriormente hemos visto cómo se perdieron esos valores, observando cómo se la consideraba en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), donde la mujer, junto a los ancianos y niños, eran los primeros a ser asesinados en los campos de concentración, porque eran considerados como inútiles e inadecuados en el desarrollo de labores que conllevaban grandes esfuerzos físicos.
Así continuó a ser valorada la mujer,  hasta el momento en que se elaboró el decreto de Sufragio Universal (en este caso en Italia –por ser el lugar motivo del estudio- el 10 de Marzo 1946), fecha en la que la mujer pasa a ser considerada ciudadana con plenos derechos -35 años después del sufragio universal masculino- (En otros países se dan otras fechas pero siempre a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX).
Es por ello que ahora dicen que la mujer “hoy” tiene los mismos derechos que los hombres… ¿seguro?… ¿los mismos?... En la práctica sabemos que no es así. Todavía se sigue pensando que somos seres inferiores y lo podemos ver claramente en el mundo laboral, político, económico…como por dar algún ejemplo.
Aún se nos considera sin cerebro o estúpidas y caemos en esas trampas que nos desidentifican. No tenemos más que ver la televisión o anuncios o revistas…. Donde parece ser que lo único importante en una mujer es la parte física.  La idea de perfección exterior, como prototipo juventud, que nos transmite la publicidad, que no es ni más ni menos que el reflejo de la sociedad y del estilo de vida que nos imponen, nos han creado la necesidad de tener que hacernos una “revisioncilla” para ver si hay alguna cosa que tengamos que reajustar. Incluso hay programas televisivos a tal propósito, que, por cierto, como comentario particular decir que rayan en la vulgaridad. Pareciera que las mujeres no tenemos ninguna otra elección.
Como vemos en esa línea del tiempo lo que se había conseguido después de muchos siglos lo hemos perdido en poco tiempo y nos hemos quedado casi como al inicio. En el gráfico, el tamaño de la “muñeca” nos indica la importancia que se daba a la mujer, según el período.
Por mi parte, decir que me sentí esperanzada viendo que estas cosas se están viendo en las escuelas donde van nuestras hijas y que seguramente removerán un poco su pensamiento. Con esto y con lo que podamos ir transmitiendo a través de estas investigaciones sobre el femenino, tal vez se les abran las puertas a otras nuevas posibilidades. El hecho de que tomen consciencia de que han pasado más de cinco siglos y estamos en el mismo punto, podría animarles a promover un cambio.
No nos dejemos manipular por los medios de comunicación… Démonos cuenta de lo que, como femenino, somos y de todas nuestras potencialidades. No se puede mejorar lo inmejorable, no se puede mejorar nuestra parte física o mental… lo viejo no es feo por tiempo o experiencia, o si no que le digan al árbol sequoia que por tener 3.000 años ya no sirve…
Por naturaleza… ¡¡¡SOMOS BELLAS…!!!
Criaturas maravillosas creadas con el Arte del Supremo Hacedor
A veces el ser humano se da cuenta de lo que representa el FEMENINO para la especie humana, y le da esa importancia y ese valor significativo, que nos hace acercarnos y fundirnos con El Divino.
No caigamos en la trampa, solo con ver estas imágenes nos damos cuenta de que esa no es la vía.
Dejemos que LO FEMENINO salga y se exprese en su verdadera naturaleza.


 
 




domingo, 19 de enero de 2014

Pasado de guerra, futuro de consenso



Se conmemora este año 2014 el primer centenario de la Primera Guerra Mundial. Conocida como la Gran Guerra que movilizó a 70 millones de soldados y mató a unos nueve millones de combatientes. Somme o Verdún se cuentan entre las batallas más sangrientas de la historia. Fue también la primera guerra en la que se utilizaron armas químicas y los avances del progreso y de la ciencia dieron lugar al desarrollo de una industria militar y armamentística.
A los pocos años, como si el horror de aquellos años se hubiera evaporizado, llego la Segunda Guerra Mundial; firmado ya el armisticio por parte de Japón, ocurrieron los primeros ataques radioactivos a población civil: Hiroshima y Nagasaki.
¿Qué hubo antes de 1914? Guerras y más guerras. Que hubo después de 1945? Guerras y más guerras. ¿Cuál es la situación actual?:  guerras y más guerras.
La guerra no es un “invento” de las mujeres. Más bien, las mujeres hemos sido motivo de ellas  por ser consideradas un buen botín, el botín de las “esclavas”, esclavas para el sexo, esclavas para el trabajo, esclavas para la reproducción. Cuando surge el “espíritu guerrero” la sartén por el mango –como dice la expresión popular- la tenía el varón y durante milenios las comunidades se han desarrollado con el arma en la mano.
Tal vez esta haya sido la evolución de la humanidad bajo una manera de concebir las relaciones humanas y ahora estemos ante un cambio, cambio que llegue a través de las mujeres. Incorporada como está la mujer -en una parte de la sociedad humana- en todos los ámbitos: económico, político, tecnológico, científico, sociológico, médico, su influencia ha de sentirse poco a poco. Al menos así lo aguardamos en un futuro que esperamos no se haga esperar. Hasta el momento, por la enorme “contaminación” que tiene la mujer del “modus operandi” del varón, no se percibe.
La guerra no la creó la mujer, sólo la ha sufrido, ella y sus hijos, a los que resignada veía partir hacia la gloria y las medallas… sic. Las medallas de alguna manera también las ganaba ella: La sociedad le otorgaba un valor añadido por ser “madre de un caído por la patria”.
Hoy día comienzan haber colectivos de mujeres por la paz. Uno de ellos el de las mujeres que claman por una solución a una de las guerras más atroces de la actualidad: la guerra de Siria.



Una guerra que, como todas, se mueve por motivos de lucro de manos anónimas que alimentan con su leña despiadada la hoguera del horror que sufren otros; ellos por supuesto no.




Urge que las mujeres nos movilicemos para aportar soluciones que no pasen por la destrucción. La actitud de consenso y no la de destrucción, está en el ánima de la mujer. El mundo ha de incorporar urgentemente la perspectiva de la mujer.
El hecho de retirarnos del combate  puede ser una gran estrategia de la inteligencia de lo femenino. Puede ser su mejor victoria. Retirarnos del combate para –desde nuestra óptica que es de paz, de alimento, de ayuda- podamos aportar estrategias nuevas, soluciones flexibles, de adaptación, en las que no prime el interés de unos cuantos, sino el bien común. El futuro de la humanidad está escrito en el femenino y la mujer tiene que tomar consciencia de ello.
Tengamos presente que antes, mucho antes de que surgiera ese invento llamado “madre patria”, nosotras fuimos madres.
Tengamos presente que los hijos vienen a la vida y con eso todos nos engrandecemos. Su muerte en los campos de batalla sólo tiene sentido para quienes necesitan mercenarios para su lucro.
Tengamos presente que el valor de una mujer-madre no necesita de ningún pingajo de metal llamado medalla; su valor es absoluto y se lo otorgó la propia vida al hacerle su cómplice.
Tengamos presente que si el horror aún no ha arrasado con la especie humana es debido al anónimo consenso que han desarrollado las mujeres.
¡Mujeres!
¡Presentes!
¡Presentes para la vida!
¡Futuro para la especie!

Publicado por Inspiración Femenina Tian.