martes, 25 de noviembre de 2014

TRANSMISIÓN - COMUNICACIÓN

Por Inspiración Femenina




Los medios de comunicación son el instrumento a través del cual se realizan los procesos comunicacionales hoy por hoy. Los hay masivos e interpersonales, pero en definitiva queremos que quede claro que a través de estos medios es por donde nos comunicamos.  

Antaño la comunicación se realizaba a través de señas y signos, luego -al inventarse la imprenta- y darse los cambios sociales, las formas de comunicación fueron evolucionando a gran velocidad hasta llegar a la telefonía, televisión, redes sociales, etc…Respondiendo así a las necesidades de la Globalización. 

Generalmente para comunicarse uno emplea el lenguaje, y la forma más inmediata de ésta: el idioma. Ahora bien, el idioma se va adquiriendo poco a poco, siendo la etapa más fructífera de aprendizaje la infancia. Durante esta etapa dependemos de personas e instituciones que nos muestren cómo desarrollarlo, -el lenguaje-, ese que nos permitirá comunicarnos con los seres de nuestro entorno inmediato y no inmediato a través de los canales disponibles. Estas personas e instituciones son en general la familia y el colegio, y los canales los medios de comunicación. Sabemos que la escuela sigue un parámetro de enseñanza X que enfatiza y realza ciertos aspectos y que se ha ido formando a lo largo de la historia como respuesta a necesidades de diversos conflictos. Instruye a personas, y los niños se disponen a ampliar sus conocimientos y sus capacidades bajo estas influencias pasando luego por los medios de comunicación. 

Los medios de comunicación que nos envuelven hoy día han dado una gran preferencia a la capacidad de transmitir, más que a la de ‘comunicar’; es decir, que el emisor reciba una respuesta. Se ve claro si pensamos en la radio, la televisión, el ordenador, etc… Desde pequeños nos sometemos al bombardeo de información sin esforzarnos intelectualmente, ya que no exigen respuesta. Más de uno habrá observado un fenómeno bastante común en la sociedad actual: miles de personas sentadas delante de una pantalla durante horas. 

Nos contaban que las nuevas formas de comunicar, es decir, Facebook, twitter, Instagram, Pinterest, Vine, Snapchat, y un largo etcétera, han cambiado radicalmente nuestra forma de desenvolvernos. Basta con comparar cómo se vive hoy a cómo se vivía hace unos años. Ya no existe el parque, existe Facebook; ya no existe hablar, existe twitter; ya no existen los álbumes familiares, existe Instagram. No entramos a juzgar estas cosas, simplemente queremos dejar claro que en esta nueva era así es la comunicación. 


Nos llama la atención este cambio, ya que estos medios pasaron de ser informativos a responder a las necesidades de una sociedad consumista. Nos estimulan convertirnos en consumidores de los productos ofrecidos. Uno de los efectos nocivos de esto es el efecto hipnótico que poco a poco hace que perdamos nuestra capacidad creadora y hacen que disminuya nuestra capacidad de razonamiento y deducción, ya que las conclusiones a las que llegamos son fruto de los mensajes a los que continuamente estamos expuestos. 
Durante el desarrollo de los jóvenes, estos tienden a vivir en un mundo de ensueños que se alimenta de su imaginación. La imagen “definida" de estos medios de comunicación inhiben la capacidad de “inventar el mundo” y anulan la fascinación por lo desconocido. 
Recibimos imágenes continuamente, sin tiempo para digerirlas ni reflexionar. Esta información “definida” disminuye la inclinación a la comunicación, al diálogo -algo femenino-, que se ha sustituido por ‘el monólogo de la pantalla’.

Decimos que la comunicación como vía de doble sentido, -y en este aspecto no la transmisión como algo más unilateral -(transmisión aquí sólo hace referencia al sentido unilateral, por lo que lo utilizamos como diferente de comunicación, -algo bilateral-. Muchas veces hemos hecho mención a los beneficios de la transmisión teniendo en mente otros aspectos que aquí no incluimos) es algo de naturaleza femenina, ya que la mujer en sus orígenes vivió en comunidad y desarrolló esta facultad de comunicación, debido a que sus actividades eran más sociales. Las mujeres se reunían para lavar, cuidaban de los hijos… Los hombres salían a cazar, para lo que debían guardar silencio. Decimos por eso que las mujeres han estado acostumbradas durante más tiempo a expresarse a través de la palabra; y la conversación podría haber sido para ellas una forma de organizar la vida a su alrededor.

Habiendo hecho esta pequeña reflexión, y ante la nueva era de la comunicación en la que nos encontramos, creemos que es importante rescatar esa naturaleza femenina de expresión, de compartir. Todo parece ir hacia un sentido de transmisión cerrada e individual, y en ese aspecto podría tratarse de una naturaleza más masculina. La forma de comunicarse hoy lleva a la aceptación sumisa de las sugerencias que nos llegan a través de estos medios y es de suma importancia recuperar actitudes críticas, en lugar de caer en la tendencia a conformarse. 


Frente a los nuevos medios de comunicación, creemos urgente rescatar la naturaleza comunicativa femenina. Recuperemos, desarrollemos y fomentemos el diálogo, la reflexión y la comunicación de doble vía. 

lunes, 24 de noviembre de 2014

¿CUANTO TIEMPO LE QUEDA AL MATRIMONIO COMO INSTITUCIÓN?





En la época preindustrial el núcleo familiar era la unidad más común de organización social. Sin embargo, la familia moderna ha variado con respecto a su forma más tradicional, en cuanto a funciones, composición, ciclo de vida y rol de los padres.
A partir de la revolución Industrial, con la incorporación de nuevas tecnologías y con la posterior incorporación de la mujer al mundo laboral, cuando comienza a producirse el cambio en la familia. Con la revolución industrial se producen desplazamientos a lugares desarrollados industrialmente, por lo que se originan movimientos de despoblación y sobrepoblación. Cambian las formas de organización laboral, provocando la inclusión de la mujer en este ámbito. Es en este momento cuando los roles de los cónyuges comienzan a cambiar. Antes de la era industrial, la responsabilidad económica e institucional del hogar estaba sobre el varón, después es compartida por ambos, varón y mujer. Los hijos pasan a ser cuidados por otras personas que pueden ser del contexto social formado por la familia, siendo lo que se considera como familia extensa, abuelos, tíos, etc., o por cuidadores con los que no hay ninguna filiación. Aparecen las niñeras y las guarderías.
Quizás estemos viviendo un momento en el que habría que plantearse un nuevo significado de Familia.
Ahora no es estrictamente necesario tener lazos filiares para tener una familia. A veces, los amigos son la familia, habría que investigar y analizar los diferentes contextos sociales de cada conjunto de personas y observaríamos que hay tantos tipos de familia como de grupos sociales.
Son cada vez menos los grupos sociales que reúnen las características estrictas para ser considerados Familia desde el punto de vista de la Ley o lo eclesiástico, ya que el número de Divorcios aumentan cada año, al igual que el número de uniones verbales, es decir, por sentimientos y no por contrato. Son cada vez más las parejas que no están unidas bajo ningún tratado legal ni religioso. Son muchas las personas que consideran su familia a las compañeras de piso, a los vecinos, a las amigas, etc.
Entonces, ¿Qué es la Familia en la actualidad?
En este análisis que hace Marcelo Colussi, reconocido investigador social,  podemos encontrar motivos interesantes de reflexión habida cuenta que es un tema que afecta de una manera u otra a la sociedad actual.

Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

Amigos con derechos, amigovios, parejas abiertas, matrimonios homosexuales…, a lo que podría agregarse, quizá con otro estatuto sociológico pero igualmente "inquietante" para una visión tradicional: sexo cibernético, relaciones en el espacio virtual, ¿muñecas y/o muñecos inflables de silicón?, etc., etc. Todo esto es nuevo, y aún sigue produciendo mucho escozor a las visiones conservadoras. Pero ahí están, tocando la puerta de nuestras atribuladas sociedades.

"Adán y Eva y ¡no Adán y Esteban!", vociferaba un predicador evangélico, Biblia en mano. De todos modos el campo de la sexualidad y las relaciones afectivas en su sentido amplio siguen siendo -no hay otra alternativa parece- el doloroso talón de Aquiles de lo humano. ¿Por qué, indefectiblemente, en toda cultura y todo momento histórico, se ocultan las "zonas pudendas"? Pero, ¿por qué son pudendas?, justamente. ¿Por qué toda la construcción en torno a esto es tan pero tan problemática? El psicoanálisis nos da la pista (no queremos saber nada de la incompletud, de la falta, por eso tapamos los órganos que nos ¿avergüenzan?, porque descubren que estamos en una carencia original: no podemos ser al mismo tiempo todo, machos y hembras), aunque se prefiera una psicología de la felicidad que nos otorgue manuales y fórmulas de autoayuda para ¿triunfar en la vida? y asegurar el "amor eterno" (que, en realidad, no dura mucho). Resaltar la incompletud no es muy grato que digamos; mantener la ilusión de la completud obviando el conflicto a la base, es mucho más gratificante. Las religiones, en general, no dicen algo muy distinto a esta psicología de la buena voluntad. Por eso todavía siguen ocupando un importante lugar en la dinámica humana. Y la gente, aunque luego se separe, sigue cumpliendo con el rito del matrimonio, en una amplia mayoría de casos, en una iglesia, colocándose un anillo y jurándose fidelidad.

Si bien la "infidelidad" -mejor llamada, con más propiedad científica, relación extramatrimonial- es una práctica tan vieja como el mundo (de ahí el décimo mandamiento de la tradición cristiana, que indica "no codiciar la mujer ajena" -machismo mediante, por supuesto: las mujeres no tienen dueño-). El matrimonio monogámico y heterosexual, al menos en Occidente, se sigue levantando como un paradigma y sinónimo de normalidad. A lo que podría sumarse, como obligado complemento, aquello de "haz lo que yo digo y no lo que yo hago". El matrimonio tiene mucho que ver con todo esto: hay transgresiones por todos lados, hace agua, pesa. A veces agobia. En otros términos: es como cualquier institución. No es una determinante natural; no tiene que ver con ningún instinto biológico. Es un código, una construcción histórica.

Sin dudas, una construcción socio-cultural más: ni tan "normal" ni tan "sana" en sí misma. Construcción, posicionamiento, no más que eso al fin de cuentas, pues en la historia y en diversas modalidades civilizatorias puede encontrarse la monogamia tanto como la poligamia. Y justamente por el machismo patriarcal que mencionábamos, muy raramente la poliandria. Si mantenemos la neutralidad científica y no consideramos el mundo sólo desde lo visceral, lo ideológico cerrado, rápidamente tenemos que agregar que ninguna construcción es más "normal" ni "sana" que otra.

Como un dato con algo de "perturbador" (al menos para la conciencia tradicionalista y reaccionaria) que no puede dejarse pasar inadvertido, valga considerar este ejemplo: en la ciudad de Guatemala, Centroamérica (capital de un país conservador desde el punto de vista ético, declaradamente cristiano -pero con un porcentaje de abortos de los más altos de Latinoamérica, por supuesto clandestinos-), en la última década la cantidad de travestis que ofrecen sus servicios en las calles aumentó en un 1.000%. ¿Cómo leer el fenómeno? ¿Se vuelve más "degenerada" la sociedad, o se permite externar más algo que estaba latente desde siempre? Considérese que quienes demandan el servicio son siempre varones (¿heterosexuales y monogámicos?). Si subió tanto la oferta, es porque hay demanda, nos podrían decir los mercadólogos. Esto de ser ¡puro macho! habría que empezar a ponerlo en cuestión. Lo cual ayudaría a repensar críticamente -para buscarle alternativas, claro está- la institución matrimonial.

Según investigaciones recientes aproximadamente un 50 % de matrimonios en el mundo se disuelven. Podemos tomar el dato con pinzas (como todo dato en el campo de la investigación social), pero no cabe ninguna duda que hay una tendencia fuerte que no puede desconocerse. Esta tendencia -ahí está lo importante a considerar- nos habla de algo: el matrimonio es una institución en crisis. En todo caso, la modernidad de nuestros días posibilita poner sobre la mesa sin tanto problema cuestiones que recorren la historia, anteriormente no dichas, hoy ya más visibilizadas.

Si se echa una mirada histórica a esa tendencia se descubre que la misma, en estas últimas décadas, ha presentado como diferencia básica el hecho de mostrarse en forma pública sin mayores problemas; pero ha estado presente en las sociedades desde tiempos inmemoriales. En cualquier cultura, y en toda época, el matrimonio, en tanto institución, ha evidenciado signos de, por lo menos, debilidad. Quizá ahora, sin que el mundo sea un paraíso precisamente, pero con una mayor permisibilidad para ciertos temas, se puede hablar con más libertad sobre esta tendencia (por eso, seguramente, esa mayor presencia de travestis en las calles guatemaltecas. Y de moteles…, que se llenan de "transgresores"). Cada día más, por otro lado, legislaciones de distintos países aceptan el divorcio como un mecanismo social legítimo. La crisis, parece que llegó para quedarse; ahora ya es tema obligado de conversación. Es un hecho político, sin más.

Por supuesto que es un tema controversial y se puede estar furiosamente en contra de esa dinámica, pero la realidad es dura y obstinada, y aunque desde posiciones ideológicas conservadoras se levante un determinado discurso, la realidad puede ir por otro lado (así suelen ser las cosas, por lo demás). Para muestra (una entre tantas, las hay por miles), el discurso moralista de la Iglesia católica: se fustiga la homosexualidad por pecaminosa, pero una parte nada desdeñable de sus pastores tienen juicios por pederastía. ¿Eso es lo "sano" y "normal", el doble discurso, la hipocresía, la mentira institucionalizada? Evidentemente la psicología de la buena voluntad y la apelación a valores de "buenos" y "malos" (los "malos", por supuesto, siempre son los otros) no alcanzan para entender el fenómeno en cuestión, mucho menos para plantearle alternativas.

La institución del matrimonio va acompañada y se inscribe en otra formación social tal como el patriarcado, el primado del varón sobre la mujer (se es la "mujer de"; el cinturón de castidad, aunque no se use de hecho, no salió de nuestras mentalidades, la mujer es propiedad varonil, igual que una vaca o una gallina), modalidad cultural que, sin poder decir que esté en absoluto proceso de crítica y de retirada de la escena, al menos comienza también -muy tibiamente todavía- a ser cuestionada. En este marco general, entonces, debe entenderse el matrimonio como el dispositivo social que permite/asegura la perpetuación de la especie, de la propia cultura, y de la propiedad privada. Es la célula social que sirve para reproducir el sistema vigente.

Todas las sociedades son conservadoras (para eso existen justamente: para conservarse a sí mismas, asegurando los logros históricos que han ido consiguiendo en el nunca terminado proceso civilizatorio); todas las sociedades, hasta ahora, en mayor o menor grado son machistas, patriarcales. El ejercicio del poder, al menos hasta ahora, está concebido en términos masculinos (los que mandan siempre llevan un cetro de mando, representación fálica por excelencia… -¡hasta el Papa!, que hizo votos de castidad!-). El matrimonio, en tanto célula primordial de las sociedades, es por tanto conservador, machista, patriarcal. Y si se quiere decir de otro modo: es un ejercicio de poder.

En algunas sociedades, incluso, taxativamente está estipulado que el varón puede disponer de varias mujeres -en el Islam por ejemplo- mientras que en Occidente la bigamia es delito…, pero se tolera (al menos para el "macho") una determinada cuota de "infidelidad", de "canitas al aire". Hoy día, incluso, podría decirse que también comienza a abrirse el campo también para las mujeres, pues por las calles ofrecen sus servicios no sólo prostitutas (mujeres públicas) sino prostitutos.

El matrimonio implica un contrato social, un ordenamiento legal. Ambas partes firman y se comprometen, tal como se hace en cualquier contrato civil, a cumplir con la letra pequeña del texto, esa que nadie lee. El deseo, de todos modos (aquello que quiere normar el décimo mandamiento) no se puede legalizar. Como arreglo establecido, entonces, en tanto institución, el matrimonio es producto de un acuerdo, de un convenio; por tanto, también sujeto a evolución en el tiempo (siempre las legislaciones van a la zaga de los hechos consumados; se transforma en ley lo que ya existe de hecho como práctica consuetudinaria).

Hasta ahora el matrimonio, con deficiencias intrínsecas insalvables (la "infidelidad" es tan vieja como el mundo y todo indicaría que no hay vacuna efectiva que lo evite. Los dioses griegos del Olimpo, muy humanos por cierto, también tenían este tipo de relaciones) ha venido cumpliendo su cometido: reproducir la especie y la sociedad. Y seguramente pueda seguir cumpliéndolo, aún con sus nuevas variables: matrimonios homosexuales por ejemplo, que si bien no reproducen biológicamente, sí pueden adoptar hijos y criarlos. Lo cierto es que, a partir de esta crisis que ahora se patentiza, pero seguramente presente en toda su historia, el matrimonio nos abre preguntas que ya no podemos seguir evadiendo.

Por cierto que, como institución, no se nutre necesariamente del amor que se jura en un altar hasta que la muerte separe a sus partes ("el amor eterno dura… ¿cuánto tiempo?"); muchos matrimonios (si se conocieran los datos reales sin dudas caeríamos de espaldas) se mantienen por otras circunstancias, muy alejadas por cierto del enamoramiento entre sus cónyuges: conveniencia y/o necesidad social. Una vez más: somos conservadores, ese es nuestro sino humano. Y ni qué decir de la cantidad de matrimonios armados a espaldas de sus miembros, más aún de la mujer, sólo para mantener/conservar/afianzar conveniencias económicas y/o políticas. Fenómeno, por cierto, que se repite tanto en sectores pobres como en la llamada "alta" (¿?) sociedad. Evidentemente, el amor existe (sin dudas es de las cosas más extraordinarias de la vida… ¡y ojalá fuera eterno!), pero en la vida no queda mucho espacio para el amor. Aunque sí para el matrimonio.

En sí misma, tal como está planteada en su estructura, la institución matrimonial lleva implícita la posibilidad de la transgresión a la promesa de fidelidad -cosa, por lo demás, muy habitual-. Algunos estudios de opinión de los tantos que circulan por ahí respecto a este tema refieren que el porcentaje de varones con relaciones extra-matrimoniales no es tan desmedidamente más alto que el de las mujeres con "canitas al aire": 60% contra un 35/40% -dato a tomar con cuidado, pero que hay que leer e interpretar adecuadamente: el deseo no es patrimonio varonil-.

De todos modos, en tanto institución conservadora, el matrimonio va más allá de estas circunstancias "domésticas", intentando erigirse como un valor ético en sí mismo -cerrando los ojos, tolerando, dejando pasar "pecadillos" ocultos-. Para la tradición occidental y cristiana, se lo pone como un punto de la máxima aspiración, un valor casi supremo en orden a la construcción social. No hay que dejar de considerar que muchas parejas no se separan porque el peso de la tradición y la presión social son excesivamente grandes. Las excusas del caso pueden ser variadas (los hijos, las habladurías de las familias, la tradición conservadora), aunque pareciera que el peso de todo eso sigue siendo muy grande. De todos modos, algo evidencia que está comenzando a fisurarse, porque ya son numerosos los países que han optado por legalizar la ruptura de ese contrato matrimonial. El divorcio legal -legalizando una práctica que se da muy habitualmente en la cotidianeidad- avanza. Así como avanzan otros temas hasta ayer tabú: la legalización del aborto no terapéutico, el matrimonio homosexual, la eutanasia, la legalización de ciertas drogas.

Todo lo dicho, entonces, es lo que abre el cuestionamiento: si está siempre en posibilidad de ser transgredido (las relaciones -y los hijos- extramatrimoniales son un hecho incontrastable); si no asegura el enamoramiento de sus partes; si conlleva todo el peso de la rutina y la formalidad de cualquier institución: ¿por qué se mantiene el matrimonio?

Dar una respuesta convincente a esta pregunta implica largos desarrollos sociales, psicológicos, políticos, ideológicos, que exceden las posibilidades de un pequeño texto como el presente (pero que, no obstante, invitan a emprenderlos).

Acompañando esas reflexiones -y he ahí probablemente lo más rico que disparan estas preguntas- queda la interrogante: si el matrimonio está en crisis, ¿con qué reemplazarlo entonces?

Publicado por Jesús Hidalgo.



MUJER POLICIA EN INDONESIA







Solo una pequeña reseña-noticia, que a decir verdad no hay nada que comentar, o sí, mucho, pero creemos que la noticia habla por si sola. 
Ser mujer en Indonesia y además querer ser policía no debe de ser una tarea fácil. 
Cuando uno quiere entrar a un “cuerpo” que no es el suyo, pues tiene que pasar pruebas y sobre todo si es el cuerpo de policía. Las mujeres indonesias además de las pruebas físicas, y psíquicas a los que son sometidos estos cuerpos del “orden” y que de seguro son evaluadas con parámetros mucho más estrictos que a los XY, tiene que pasar una prueba más. Y esa prueba llega con el reconociendo médico. ¿Cuál? Pues sí, es lo que estás pensando, una prueba de virginidad. Pruebas que como relatan las aspirantes entrevistadas son humillantes además de por la prueba en si, por las condiciones en las que se les realiza. 
En la actualidad en Indonesia hay 14.000 mujeres policías. El gobierno ha asegurado que la prueba se suspendió hace cuatro años, -que amables, gracias- y que nunca fue indispensable para ingresar al cuerpo policial. Sin embargo Human Rights Watch no opina lo mismo, y afirma que aún se sigue realizando. Egipto, India y Afganistán se suman también a la lista de países que realizan esta prueba. 

Abusiva, degradante, discriminatoria… la lista de adjetivos puede ser larga y como decíamos al principio,  la noticia habla por si sola. No añadimos nada más, dejando el espacio al lector a opinar. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

ANTONIA VALERIA RIVAS


Antonia Valeria Rivas Mercado, pensadora, literata, periodista, precursora del feminismo mexicano



(1900-1931)

He aquí algunas de sus palabras:

“La mujer es distinta del varón y debe afirmar su diferencia 
en vez de aspirar a igualarse”.

Admirable mujer nacida al concluir el siglo XIX. Gran literata, periodista, pensadora, dramaturga y precursora del feminismo mexicano. Una mujer valiente que se atrevió a expresarse, a seguir sus ideales y sus sueños en un tiempo en el que a la mujer que se le ocurría expresarse en el arte, era escondida tras las firmas falsas de varones, ya que la mujer no podía brillar, como aun sucede en pleno siglo XXI.  Fue defensora de los derechos de la mujer. Promovió el arte en México. Es  reconocida por su importante labor e impacto al apostar en innovaciones sociales, buscando otra forma de expresión y formación en la mujer, diferente a la que imperaba e impera en la sociedad machista mexicana.

Perteneció al círculo de artistas e intelectuales que renovaron la cultura mexicana al concluir la revolución mexicana. Se le puede considerar no sólo como una promotora cultural, sino una activista cultural, mecenas que “propició el teatro moderno e impulsó la novela moderna”, así como a personas con talento. Antonieta pudo ser la primera escritora moderna de nuestro país.

Mujer culta, muy inteligente y de grandes pasiones, recordada como la mujer que luchó incansablemente por disolver el México conflictivo y desmesurado en busca de una deseada libertad que jamás conoció. 

A sus 12 años su madre se enamora de otro hombre y le sigue a Europa dejando a la familia a su cargo. 
Al cumplir los 18 años se casa con Alberto Blair, un ingeniero inglés de 28 años. Al poco tiempo, nace su primer y único hijo y en ese tiempo Antonieta resuelve separarse. Blair no acepta la decisión. Entre discusiones, violencia y tensión, sobrevino el primer episodio depresivo de Antonieta. Una ardua lucha que la persiguió toda su corta vida.

Su padre fallece en 1927 a los 73 años y Antonieta se convierte en heredera de todos los bienes familiares y se queda con la responsabilidad de sus hermanos. 

La magia de Antonieta despertaba, entre los hombres, una fascinación que atraía o repelía. Era una mujer que no dejaba sitio a la indiferencia, como una amenaza a la vanidad de los hombres, pero también una incitación. 

Los hombres no eran los únicos en sufrir la atracción de Antonieta, la rodeaba también una corte de mujeres de la alta sociedad, pendientes de sus palabras y de sus actos. Si bien la admiraban, asimismo, era el objeto de sus devaneos, intrigas y calumnias. A diferencia de ellas, Antonieta realizaba lo que sólo se atrevían a soñar.

Tras la muerte de su padre se introduce de lleno al medio cultural y se destina a promover el arte. Impulsa la creación de un teatro en México para presentar obras de autores internacionales, apoyando al talentoso y poco famoso grupo de intelectuales llamados "Los Contemporáneos"Inaugura el salón de “baile fino” El Pirata, en donde abría sus puertas cuatro días de la semana, en un horario clásico de las 5 de la tarde a las once de la noche, cobrando 10 centavos a  los caballeros y gratis para las mujeres. Las parejas acudían a practicar los compases y meneos del danzón, el tango, el fox y el shimmy.

Promovió y financió la Fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional. Se le considera como la primera mecenas del arte en México. Apoyó artistas, escritores y músicos. De su iniciativa surgieron salones literarios y el teatro experimental. Fundó el teatro "Ulises". Fue mecenas de personajes como Andrés Henestrosa, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Julio Castellanos, entre otros, en su idea de propulsar el arte mexicano.

Es en este grupo de brillantes vanguardistas donde conoció al pintor Manuel Rodríguez Lozano, “su imposible conquista”, convirtiéndolo en su obsesión de amor no correspondido ya que él era homosexual. Amar a Manuel Rodríguez le daba fuerza, en él veía su liberación, su contraparte. Se dice que este amor le impulsó a rehacer y levantar la vida cultural en México.Tuvo una relación de amistad con Diego Rivera, Frida Kalho y Federico García Lorca.

En 1929 conoció al candidato opositor al régimen revolucionario José Vasconcelos al cual apoyó en su campaña económicamente con su espíritu, decisión y entusiasmo traspasando el límite de la quiebra y el límite de su salud. Se convirtió en su amante clandestina además de realizar sus discursos, el diario de actividades y administración de los gastos. Esta labor le llevó a una fuerte depresión, además del fracaso electoral de su amante, los conflictos con su esposo y la pérdida de la patria potestad de su hijo al que decide secuestrarlo huyendo con él a Francia.

 “Habían transcurrido tan sólo 31 años de su vida intensa, brillante y fugaz.  Un 11 de febrero de 1931, tomó asiento frente al Cristo Crucificado de la Catedral de Notre Dame, en París, y fue el único mudo testigo de su desesperación. Sacó la pistola Colt que había acompañado a su amante José Vasconcelos durante la campaña y se disparó al corazón”.

Los restos de Antonieta fueron depositados en una fosa común de París en 1936.

Esta grandiosa mujer, dejó como último escrito, una nota en su habitación: 

"Yo soy responsable de este acto con el cual finalizo una existencia errabunda".

"Ojalá que mujeres como ella en la actualidad, no decidan quitarse la vida, sino decidan darse la oportunidad de vivirla, descubriendo su naturaleza por el camino de la ternura, del amor, ejercitándose en la belleza, en la inocencia, en el desarrollo del arte, descubriéndose como seres divinos, con infinitas posibilidades de mostrarse como féminas, sin querer igualarse con el varón, como bien lo decía Antonieta". [1]

¡Habrá que esforzarse mucho en descubrirnos, sí, mucho, y ser muy valientes  e inteligentes para salir de los paradigmas y de las trampas que como féminas nos han esclavizado ya tantos siglos! 

por Vickyvananda

domingo, 16 de noviembre de 2014

EL ESTATISMO DEL SIGLO XXI


No podemos dejar de preguntarnos por qué vivimos hoy en día en una sociedad tan “estable”. A pesar de los grandes escándalos políticos, financieros, a pesar de ver como la carcoma ha devorado cualquier ápice de honorabilidad, la vida del ciudadano común transcurre en una “idiocia” increíble.
Todo parece una sesión de fuegos artificiales: un acontecimiento ocupa las primeras páginas de los periódicos, pareciera que sólo ocurre eso en el planeta y, en pocos días, la noticia se desvanece… ya nadie habla de ello.
La vida del contribuyente transcurre en una mediocre monotonía en la que el sobresalto de una noticia no altera para nada su “status quo” ; como mucho, será motivo de conversación en la cena del sábado con los amigos. Nada para las largas caravanas de fines de semana, puentes, vacaciones estivales etc.
A pesar de las grandes diferencias económicas entre los distintos estamentos sociales, pensar en la actualidad en una revolución, es impensable. Tampoco creemos que sea el camino, pero cuanto menos, debemos reflexionar sobre ello.
Si miramos a los siglos pasados, vemos como existía un amo y un esclavo, desde Roma, pasando por la Edad Media con sus señores feudales, hasta llegar a la era industrial, en donde los propietarios de las fabricas explotaban de forma brutal a los trabajadores. Y en cada época hubo sus rebeliones. Había un oponente, alguien que oprimía, el enemigo era visible.
Pero con la habilidad de un camaleón, el sistema dominante ha cambiado. Ya no se requiere de un ciudadano obediente al sistema, sino de un ciudadano “dependiente”, de las coordenadas que –siempre bajo el mito de la libertad- se le han otorgado: la superación, el logro, la ambición personal. Ya no necesitamos al amo con el látigo, nosotros mismos somos el trabajador que se explota a sí mismo. Y lo que es más grave, todo ello lleva una dosis de placer al pensar en la consecución de nuestros logros.
No somos conscientes del nivel de sometimiento que tenemos. Hoy en día no luchamos contra nadie, que no sea contra nosotros mismos, en ese afán de eterna superación. Y esto es algo que afecta de una manera enorme a nuestra salud: Empleamos la violencia contra nosotros mismos, en lugar de pretender lograr algún cambio social. Mayor exigencia, menor intolerancia al fracaso… Esa lucha histórica contra el poder establecido ha dado paso a la autoagresión, y la resultante es un conglomerado de personas extenuadas, abatidas, depresivas y, por supuesto, incomunicadas.
Y las mujeres estamos ahí… con el espejismo de la revolución femenina que nos otorgó una libertad, fundamentalmente sexual –que era lo que interesaba- y con el saco a cuestas de las autoexigencias sociales actuales, que constituyen los grilletes invisibles del siglo XXI.

Decir ¡alerta! es poco. Creemos y sentimos, que la vida de toda mujer requiere de una profunda autoreflexión en la que desdeñemos el miedo ancestral a no ser como el resto y sentirnos rechazadas.
Por Inspiración Femenina Tian.