sábado, 27 de septiembre de 2014

COMO SE ENAMORAN LAS MUJERES EN LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA.

Por: Amapola Mojica




Gracias a los proyectos de la vida y de la Escuela Neijing tuve la excepcional posibilidad de compartir con una comunidad indígena de Colombia, los  Arhuacos, unos de los habitantes de la Sierra Nevada de Santa Marta. Después de permanecer allí y a petición de una persona decidí escribir este artículo preguntándome: ¿Cómo se enamoran las mujeres indígenas en la Sierra Nevada de Santa Marta?   Quizás fueron muchas las enseñanzas y las vivencias que quisiera compartir de este lugar, pero esta pregunta,  principalmente, me permite expresar lo que allí ensoñé, como una realidad que fue y será.
 La Sierra Nevada de Santa Marta es un relieve montañoso independiente al lado del Mar Caribe, al Nororiente Colombiano, surge desde las profundidades del mar y se levanta hasta los 5.775 mts de altura, es la montaña  al lado del mar, más alta.
 No conocemos los abismos de donde surge pero sabemos que nace de las entrañas del Caribe, porque constantemente tiembla al ritmo de los maremotos caribeños.
Allí en las Dulces Alturas viven las mujeres Arhuacas,  mujeres de  hablar sonoro y cantado  gracias a su lengua  llamada  Ijka, con una sonrisa inocente  poco  a poco van  tejiendo un entramado de profundas emociones.
Después de permanecer tres meses allí, no podría hablar y definir antropológicamente o sociológicamente la vivencia del enamorarse en la Sierra Nevada de Santa Marta, pero si puedo expresar lo contemplado y compartido. 
Tradicionalmente no existe la vivencia del cortejo y la seducción en los Aruacos tal como lo conocemos en "occidente", tampoco existe el enamorarse y el noviazgo como nosotros lo vivimos. Desde muy jóvenes las parejas se casan y sus matrimonios son designios del Mamo,  el  anciano de la comunidad, el sabio, quién  conoce cual relación es la más conveniente para todos.
La sexualidad para los Aruhacos  es sagrada crea vínculos entre las energías más profundas e imperceptibles de los seres, vínculos sagrados y muy difíciles de desunir. Un desequilibrio en la vivencia de la sexualidad genera un desequilibro en la comunidad. Los hombres casados deben llevar su Poporo y mascar coca, es la forma de estar siempre conectados al pensamiento  sagrado. El Poporo representa el acto sexual, el que genera la vida,  su forma redondeada  y hueca representa el Útero y es sagrado. La mujer desde muy pequeña teje la mochila, al tejer se conecta con el pensamiento de mujer, el que la guiará durante toda su vida, teje y cuenta su historia, teje y expresa sus emociones, en las formas y colores que imagina. El tejer identifica a la mujer. 
Estas son sus tradiciones una expresión del vínculo  entre lo femenino y lo masculino.
Y con todas estas tradiciones,   ¿cómo se enamoran las mujeres del lugar?,  ¿Cómo viven el cortejo y la seducción?, ¿Qué nivel de amor llega a existir entre ellos?  ¿Cómo expresan sus atracciones?
Realmente no podría responder a ninguna  estas preguntas,  a ninguna,  pero al realizármelas algo percibí.
Percibí que el cortejo, la seducción y el enamorarse en la Sierra Nevada de Santa Marta están  llevados, adornados, impulsados y alentados por la fuerza de la naturaleza. Quizás no parece un gran descubrimiento, pero si es inmenso el vivirlo, el pensar y descubrir cómo el ser de humanidad en general le da la  espalda a esta presencia y al disfrute de sus amores.
Quizás la enseñanza más grande que me regaló el estar allí es sentir que la Sierra es un ser, un ánima, que se expresa, que habla constantemente y su fuerza es tal que todos los días nos deslumbra, nos conmueve, y en ocasiones nos remueve. Ella, la Sierra, es una  dama  con el cuerpo abierto y nos deja vivir dentro de él. Ella nos alimenta, nos baña con su río, nos decora con sus frutos y se pinta con las alboradas y los atardeceres.
La sientes constantemente en todo lo que haces: Al cocinar en la olla de barro  negra y redonda como si fuera una mujer embarazada, en la forma del fuego en el centro del hogar, al tejer las figuras de la mochila, en el alimento, en el río si está turbio o claro, en los pájaros siempre presentes, en la oscuridad y  en su silencio.
Constantemente te sientes atraído, atraída por ella, complaciente apasiona todos tus sentidos y va poco a poco entramando sentires.
Así como te tumba, te levanta. Puedes enfermar, pero ella te sanará.  
Esta bella Dama, llamada Sierra Nevada, o  ánima, o fuerza de la Naturaleza, o quizás innombrable,   coquetea,  ilusionaba, juega con sus encantos  a encantarnos.
Las mujeres sutiles en sus haceres cotidianos, conversan con ella y van sirviendo mientras ella les sopla al oído, como cocinar, como sonreír, como sanar, como ser mujer.  Les  embellece, les  endulza y les apasiona. Y el hombre embrujado contempla y si es obediente puede amar.  
Los Aruhacos dicen que la cascada es una Mujer de agua que canta, no  recomiendan acercarse mucho a ella, lo mejor es  rendirle tributo, porque les embruja y les atrapa.  
Quizás el amor y el enamorase en lugar como este es un designo de esa ánima, del ánima de la Sierra y si te atrapa, te complace y alivia tu cuerpo de las heridas de amor. 
Silenciosamente y con sutileza la mujer Aruhaca se hace cómplice de esta Dama, y su complicidad es tal que se hacen una. El mejor ejemplo es la anciana, no hay algo más excepcional que ver una mujer anciana Aruhaca caminando libre por la Sierra, independiente, alegre juguetona, buscando plantas, peregrinando de casa en casa, para arreglar lo desajustado, sin pedir permiso a nadie, ella va EN AMOR ADA. 
Si el ser occidental contemplara la naturaleza quizás viviría más enamorado, si dejará que fuera ella la que desatara el fluido de sus hormonas y atracciones, si  fuera ella con su inocencia y misterio,  la que guiara el sentir del corazón hacia un disfrute inesperado.
 Recomiendo a todos los seres que viven lejos de la naturaleza, buscarla, buscarla en un rincón, en una ventana, en una matera, en un pedazo de cielo, para quizás descubrir algo más sincero del amor.
Hay una fuerza que entretiene y mantiene los amores allí en las Dulces alturas,  yo la llamo Sierra Nevada. 





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