martes, 23 de junio de 2015

LA DECISIÓN DE VIVIR

Por Inspiración Femenina





Esta semana recibimos un WhatsApp -de los muchos que recibimos a diario-, pero éste en particular nos hizo reflexionar sobre los hábitos (malos hábitos) que tenemos las mujeres en algunos asuntos… hablaba sobre un señor que estuvo en un accidente de avión, y sobrevivió, pero pasó unos minutos convencido de que iba a morir, y lo que aprendió en esos minutos. Entre otras cosas, hablaba de que lo primero que pensó es que todo cambia en un instante, en todo lo que quería hacer y no hizo, a toda la gente a la que quería haberle dicho que la quería y no lo hizo, y que aprendió que no hay que aplazar nada en la vida… decía que ya no tiene vino bueno en su bodega… que cada minuto de la vida hay que disfrutarlo, que vivimos de espaldas a la muerte, sin querer saber nada de ella, pero que cualquier momento puede ser el último.  Su discurso sigue muy interesante, pero éste es el punto que queríamos comentar hoy.
Sí, porque si hay alguien que pospone –a veces indefinidamente- sus sueños, sus ideales, sus pequeños placeres, esa es la mujer. Siempre hay algo urgente del entorno que ocupa nuestra atención y nuestro tiempo, y parece que si nos dedicamos el tiempo a nosotras mismas, estemos siendo egoístas… y nos sentimos culpables. Vamos dejando que pase el tiempo, quizás pensando que ya tendremos tiempo más adelante… cuando los niños crezcan, cuando los padres mejoren o ya no estén, cuando tengamos más holgura económica, cuando… pero, como decía el protagonista de nuestra historia, todo puede cambiar en un instante y puede haber pasado la oportunidad de realizar lo que sentíamos o queríamos; aunque no sea por un accidente, puede cambiar por miles de factores.
Este es un tema que ya hemos tratado en otras ocasiones desde Inspiración Femenina, pero creemos que está bien volverlo a recordar, porque la decisión del cambio, la decisión de hacer lo que sentimos, de disfrutar de lo que hacemos, de reencontrarnos o reinventarnos a nosotras mismas, de evolucionar, de estudiar, de dejar esas historias de miedos, culpas y bajas autoestimas, de tomar las riendas de nuestra vida, etc…, no está reñida con la convivencia en pareja, con el cuidado de los hijos o de los progenitores, con el trabajo o con las relaciones con los amigos. Con lo que está reñida es con la falta de respeto que tenemos hacia nosotras mismas, con el conformismo, con el abandono, con la comodidad, con la resignación, con el estatismo, con la aceptación y el seguimiento de las normas sociales que siguen considerándonos ciudadanas de segunda, aunque legal y públicamente se proclame lo contrario.
No podemos esperar que la sociedad, la cultura o el gobierno nos animen a buscar otras formas de actuar, otras maneras de pensar, a tener otras prioridades, porque las actuales son las que más les benefician, ¡pero a nosotras no!
La decisión de VIVIR y cómo hacerlo, es nuestra. Posponer la vida es morirse un poco cada día.

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