Por Inspiración Femenina
Tras ver un millón de veces lo que se
supone que es ser mujer o ser femenina nos lo hemos creído. Ya lo dijo
Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Generalmente
hablando nuestra identidad de género está basada en una acción performativa que
hemos visto repetida muchas veces. Esta imagen se produce y se reproduce una y
otra vez, y situada en un contexto X cobra sentido y se convierte en una
realidad irrefutable y parece algo natural, “de toda la vida”. Lo mismo ocurre con la expresión corporal y
lo que se considera bello. Hoy en día para ser una mujer guapa hay que medir
90-60-90, tener la cara sin arrugas, y un largo etcétera que todas conocemos.
Antaño, como ya vemos a través de Rubens, el modelo de belleza eran las mujeres
grandecitas, con celulitis y demás.
Entonces, un cuerpo se presenta como modelo
de referencia las suficientes veces y se le acaba reconociendo y cobra
credibilidad en el mismo contexto que simula. Se cultiva una plantilla que con
el tiempo se convierte en representante de la belleza ideal y que a causa de la
exaltación de la sociedad de la belleza se convierte en la condición del cuerpo
femenino por antonomasia. Claro, si no se hace más que cultivar y confirmar el
“cuerpo perfecto” como la norma,
cualquier cosa que le sea un poco diferente será rechazado, es decir, los “cuerpos
reales” son excluidos. Antes la presión era más sutil, sin embargo ahora se nos
bombardea con imágenes de cómo tenemos que ser y comportarnos constantemente. El
hacer de la mujer y su cuerpo un objeto por parte de los medios de comunicación
no hace más que reproducir este pensamiento. De esta manera se nos trata como
cosas, algo sin autonomía, sin voluntad y sin sentimientos… Si nos fijamos un
poquito es fácil ver cómo en las fotos de anuncios de moda o perfumes en los
que se utilizan a mujeres, siempre nos pintan como meras partes corporales, o
de una manera humillante, o algo sin voluntad…
Creemos de importancia ser conscientes
del poder que ejercen los anuncios sobre nuestra manera de pensar y sobre
nosotras… Los anuncios son más que fotos o carteles en edificios, en
revistas…son propuestas. Son propuestas e ideas de formas dentro de las cuales
tenemos que caber. Crean una imagen de lo que es normal. Si no somos jóvenes,
bellas, sexualmente activas y liberales, si no tenemos una buena condición
física, un cuerpo entrenado…Si no tenemos estas cosas tenemos un espacio muy
pequeño en la sociedad actual en donde estos son los máximos valores de lo que
tiene y cómo tiene que ser una mujer.
Curioso es que justo en este siglo XXI,
con todos los avances que tenemos, “la gran libertad de la que disponemos” y la
relativa facilidad social de igualdad entre hombres y mujeres (por lo menos en
grandes partes de occidente) es cuando más presión hay sobre nuestro físico,
nuestra imagen. Con todas las posibilidades que tenemos a nuestra disposición y
alcance es curioso cómo no nos sentimos tan libres…y puede ser que las cosas
más banales y simples sean aquellas que más opresión estén ejerciendo sobre nosotras.
Moda, maquillaje, cuerpo, pelo…pareciera como si estas cosas dictan nuestro
comportamiento. Creemos que puede haber una conexión entre la liberación de las
mujeres y los cada vez más altos e inalcanzables ideales de belleza opresivos. El
bombardeo de imágenes que nos llega a través de por ejemplo las revistas crean
un tipo de mujer inalcanzable, lo que crea ansiedad en nosotras de no poder
vivir de acuerdo con la norma…lo que pasa es que esa norma es falsa.
Perseguimos un gol inalcanzable y al no alcanzarlo pensamos que no tenemos el
control suficiente de nuestros cuerpos y esto conduce a una necesidad de mayor
control.
También hay que estar alertas con las
tecnologías que en sus productos introducen símbolos y valores que se
consideran femeninos en el intento de seducir a la mujer para que compre, y
normalmente estos productos no hacen más que reproducir una idea ya normalizada
de cómo tienen que ser las cosas. La propaganda tiende también a restringir
nuestras formas de expresión, es decir, marcan pautas en cuanto a qué conviene
desarrollar y qué no, y todo lo que no esté dentro de esas cuatro paredes uno
tiende a dejarlo un poco de lado. Todas las imágenes que nos llegan a través de
la propaganda facilita ciertas formas de interpretación y en realidad lo que
hacen es reafirmar el orden de cosas, nuestra manera de verlas. Es decir, los
medio de comunicación forman nuestra visión del mundo, de nosotras y de lo
demás.
Naomi Wolf en su libro “The Beauty Myth”
analiza cómo las mujeres estamos afectadas por varios mitos en diversos
aspectos y áreas de nuestras vidas y cómo esto es resultado de relaciones de
poder y deseos de beneficio. Habla entre otras cosas sobre los productos para
el cuidado de la piel y cómo todo este proceso acaba siendo una tercera jornada
laboral. Seguimos ciertos rituales de limpieza, que si el exfoliante, que si el
limpiador, que si el tónico, la crema hidratante, etc, etc …Un ritual que
realizamos por las mañanas y por las noches y en los que empleamos mucho
tiempo. Tenemos la jornada laboral que realizamos en nuestros respectivos
trabajos, luego la segunda en cuanto al cuidado del hogar y el tercero sería el
tiempo restante que empleamos trabajando en nuestra belleza…lo que conlleva
tiempo y energía que en realidad puede estar quitándonos tiempo para la
dedicación a otras actividades.
Creemos que ser conscientes de esto es
importante…Ser conscientes de hasta qué punto estamos utilizando nuestro tiempo
en perpetuar unos parámetros de belleza y de maneras de ser que hemos ido
aprendiendo a lo largo de nuestras vidas… Con esto no queremos decir que
dejemos de hacerlo; el cultivo de la belleza es un aspecto importante y que
además conlleva una dedicación y tiempo, pero sí replantearnos qué tipo de
belleza y de ideales son los que estamos perpetuando y hasta qué punto somos
conscientes o no de ello.
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