Por: Inspiración Femenina
El día 6 de junio se conmemoró el 70 aniversario de un cambio en
la historia del mundo, o al menos ese es el titular…el desembarco de Normandía
por parte de soldados norteamericanos cambió el rumbo de la segunda guerra
mundial, y consiguieron liberar al mundo del yugo nazi.
Este aniversario
probablemente sea el último al que acudirá un número significativo de veteranos
supervivientes de la batalla. Aquellos que entonces eran adolescentes, ahora
tienen en torno a 90 años. El resto están en su décima década. Esta, puede ser,
quizás, la razón principal por la que hemos visto en Normandía este 6 de junio
a tantos miembros de familias reales, presidentes y jefes de Gobierno.
Tristemente, después de 70 años, tenemos que preguntarnos no solo
como mujeres sino como ciudadanos del mundo y merecedores de la dignidad humana
que nos corresponde, si realmente ese suceso histórico logró cambiar algo en el
mundo.
Creemos que no, nada ha cambiado desde entonces, siguen los
conflictos armados, siguen las matanzas, siguen los ocultamientos y mentiras, y
también siguen los lideres políticos haciéndonos girar nuestras miradas hacia
celebraciones y boatos que son como el fuego fatuo, vacíos de verdad y de
liberación, por mucho que se empeñen en adornarse como los más altos
mandatarios de la Tierra a los que vemos dándose palmaditas mutuas por lo bien
que hacen las cosas.
La versión oficial de la historia nos contaría y aún nos cuenta
que nunca antes se había puesto en marcha una operación marítima de la
envergadura de aquel día. Cuando los soldados
se embarcaron y partieron hacia el Canal de la Mancha, la visión de más
de 5000 naves era asombrosa. Los pilotos de los miles de aviones que participaron
apenas podían contar lo que contemplaron. También fue un especial momento
emocional para todos los aliados, soldados de 30 naciones diferentes. Para
Estados Unidos era un momento de suprema obligación, una vez más acudía al
rescate de una Europa que estaba devastada por la guerra.
La prensa militar estadounidense “relató la Liberación como una historia de
amor, fotografió a soldados norteamericanos besando a jóvenes francesas”,
escribió la historia según sus ideales, y “luego lanzó el mito del militar
estadounidense como el ‘salvador’ de una nación de mujeres”.
Pero hay otra versión, no menos asombrosa que pone los pelos de
punta. Una versión negada y ocultada, y como siempre que algo no interesa
corresponde al ámbito de especulaciones por parte de aquellos que se empeñan en
menospreciar la heroicidad de unos hombres que lucharon altruistamente por
liberar a otros que estaban oprimidos.
Quizás la verdad no sea ni tan heroica, ni tan altruista, porque
aquellos hombres, convertidos en soldados norteamericanos gracias a sus
uniformes militares, acudían a Normandía con la promesa de una recompensa
sexual. Sin duda, a tenor de los sucesos posteriores a la victoria, el sexo estaba en la mente de los
libertadores. Se hizo incluso propaganda militar y reportes de prensa pintando
a Francia como “un tremendo burdel habitado por 40 millones de hedonistas”
El resultado de esto fue ciertamente
catastrófico, aunque la mayoría de ustedes nunca oyeron hablar de ello. Las
cifras, que gracias a la apertura de los archivos militares, que estuvieron cerrados
bajo siete llaves durante bastantes años, así lo describen. Según esos
documentos a finales de junio de 1944, tres semanas después del desembarco, 175
soldados norteamericanos fueron acusados de violación. Algunos de ellos fueron
colgados inmediatamente en el lugar de los hechos, tras ser condenados por un
consejo de guerra. Ninguna de estas escenas fue fotografiada nunca, porque
estaba prohibido de manera terminante.
Uno de los que más saben de esta
“otra versión” es el sociólogo y criminalista J. Robert Lilly, porque se ha
dedicado a estudiar los documentos relacionados con los consejos de guerra de
esta época. Según sus investigaciones, en el periodo de 1942 a 1944, cuando las
tropas norteamericanas estaban en Gran Bretaña ya se produjeron 2500 violaciones
o asesinatos. En Francia aumentaron hasta 3500 en tan solo un año. Y se
multiplicaron en territorio alemán, donde constan más de 11.000 casos.
De todo esto, solo el 5% de las violaciones
practicadas fueron denunciadas. También dice este investigador que las prácticas
de este tipo de criminalidad no son solo de los soldados estadounidenses, el ejército
alemán practicó la violación a gran escala en toda Europa, el ejército
soviético es responsable de centenares de miles de crímenes sexuales y los mismos
soldados franceses violaron a miles de mujeres durante las campañas de Italia y
Alemania.
Todo se tapa, todo se oculta tras una
escalofriante falta de escrúpulos por parte de quienes lideran nuestros países
y por ende por quienes promueven las guerras. ¿A nadie le interesa el sufrimiento
innecesario de aquellas que acaban siendo verdaderas victimas sin posibilidad
de defensa? Los hombres juegan a la guerra con un espíritu de conquista y poder
mortíferos, y en ese juego, tal vez como en el mismo juego de la vida, las
mujeres son meros objetivos a alcanzar.
No se publica, no sale en imágenes,
pero no existe una sola batalla donde el ultraje a la mujer no acabe siendo
parte del botín de guerra de los vencedores. ¿Hasta dónde puede llegar la
infamia de tantos desalmados como habitan este mundo? Para que se den cuenta de
la bajeza de los que se colocan así mismos como guardianes del honor y de los
más altos valores. De aquellos sucesos de hace 70 años, el 80% de los
condenados a muerte en los consejos de guerra, que obviamente se montaban
deprisa y corriendo, eran negros, aunque paradójicamente los soldados de color
solo representaban un 10% de todo el contingente militar. La segregación y el
racismo eran, sin duda, una realidad tan brutal como lo que les hemos contado,
y tan oportuna como para dejar a lo
soldados blancos libres de toda culpa.
Y hoy, después de 70 años, sumando
más y más vejaciones a esas desoladoras cifras, al señor François Hollande,
presidente de la Republica Francesa le
hemos podido escuchar dar las gracias a los norteamericanos por lo que
hicieron, diciéndoles que son un ejemplo para las nuevas generaciones. Pero
nadie dice nada acerca de condenar las violaciones y depravaciones que los
soldados de todos los ejércitos del
mundo cometen contra las mujeres de todos los países en guerra.
¿Es que a nadie le importan las
mujeres? Entendemos que los hombres que odian al género femenino no van a
pronunciar ningún discurso reclamando un poco de sentido común, pero que
tampoco lo hagan aquellos hombres que dicen amar a las mujeres es todavía –si
cabe- más desolador.
Puede ser que no exista esperanza
para una especie como la nuestra, si ni los hombres que dicen amar a las
mujeres plantan cara a sus congéneres. Aquellos que aborrecen, sin saberlo, una
parte íntima y profunda de si mismos, pues ellos tienen madre, quizás hermanas,
esposas, e incluso hijas que serán violadas y ultrajadas en el cuerpo y en la
mente de cada una de las mujeres que ellos violen.
Ni tampoco las mujeres que forman parte
de las estructuras de poder, aunque sean vagas sombras del poder de los
hombres, se pronuncian, ni exigen una regulación, un acuerdo, una ley de
inviolabilidad, que todo el mundo cumpla. Del mismo modo que se cumplen otras
normativas no menos complejas, si hubiese voluntad ya no estaríamos aquí y
ahora hablando de esto.
Esto es responsabilidad de todos, el
mundo humano no podrá sobrevivir sin enfermar y sufrir terriblemente si no
comenzamos a pronunciarnos acerca de estos criminales hechos.
Queremos que se investiguen porque
son crímenes de guerra, queremos que se persiga a quienes incumplan los
derechos humanos, queremos que se ame a las mujeres porque en ello nos va la
vida a todos.
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