Por Inspiración Femenina Tian
El hecho de que las mujeres hagamos lo que sea para gustar a los hombres, no es nuevo; tampoco lo es que, a fuerza de escuchar lo que es bonito o feo, terminemos manipulando los propios gustos y adquiriendo como nuestros los que la sociedad nos impone. Que los medios de comunicación tienen una cierta afición a mostrar a la mujer 'florero', adorno, tontita... también es algo conocido por todos. Pero todo esto está clarísimamente expuesto en el trabajo "Il corpo delle donne", de Lorella Zanardo y Marco Malfi Chindemi, que recoge el blog de mujeres del periódico 'El País'. Les aconsejamos que lo lean.
El hecho de que las mujeres hagamos lo que sea para gustar a los hombres, no es nuevo; tampoco lo es que, a fuerza de escuchar lo que es bonito o feo, terminemos manipulando los propios gustos y adquiriendo como nuestros los que la sociedad nos impone. Que los medios de comunicación tienen una cierta afición a mostrar a la mujer 'florero', adorno, tontita... también es algo conocido por todos. Pero todo esto está clarísimamente expuesto en el trabajo "Il corpo delle donne", de Lorella Zanardo y Marco Malfi Chindemi, que recoge el blog de mujeres del periódico 'El País'. Les aconsejamos que lo lean.
La mujer normal ha muerto
Por: Jenn Díaz | 29 de enero de 2014
Ponte en pie ante las canas
y honra el rostro del anciano.
El libro del Levítico
y honra el rostro del anciano.
El libro del Levítico
Sí. La mujer normal ha muerto. Ha muerto porque en la televisión ha dejado de existir. ¿Qué les pasa a las mujeres que aparecen en ella, que no tienen arrugas, que se ríen abiertamente sin signos de expresión? ¿Por qué tienen los labios y los pechos hinchados... exageradamente? ¿Dónde están las mujeres como yo —como tú? Han muerto. No quieren verlas y las han eliminado de la pantalla, porque... ¿para qué?, ¿para recordarnos que el tiempo pasa y pasa para todos?, ¿para que el público, cómodamente en su salón, opine que los años no pasan por ti, (mujer de la televisión), que cada día estás más joven, que quizá con un poco más de pómulo...?
Anna Magniani, antes de que el maquillaje le cubriera todo el rostro, pidió que no le quitaran las arrugas, que le habían costado toda una vida procurárselas. Pero ¿qué presentadora, actriz o modelo está dispuesta a ello? ¿Qué nos ocurre a las mujeres normales para querer pasar por el quirófano, obedeciendo a un supuesto deseo o cánon o perfección o visión masculina? ¿Quién nos ha engañado y nos ha hecho creer que estamos más guapas así, desfiguradas completamente?
¿Qué pasa en la televisión, que parece una caricatura de la sociedad? La mujer deformada se pasea por nuestro salón y nosotras, mujeres del otro lado de la pantalla, nos miramos en ellas y vemos que no coincide la silueta, que no hay semejanza alguna. La mujer normal de la televisión ha muerto y la mujer normal de fuera de la televisión se esconde, imita, compara. No hay manera, no hay rastro de la mujer con arrugas o con flaccidez, no hayestrías que brillen bajo el foco de la luz, ni barrigas. No hay sobrepeso —ni siquiera hay gafas. El cuerpo de las mujeres, un documental de apenas veinticinco minutos, desenmascara a esa mujer muerta que se ha quedado dentro de la televisión y que no sale, por más que la echemos no sale de nuestra vida, de nuestras expectativas.
¿Hemos perdido la capacidad de esperar de nosotras la normalidad? ¿Nos miramos a través de un supuesto deseo masculino? ¿Por qué la televisión está llena de mujeres cuyo talento se basa en la belleza y la juventud? ¿Cuántas veces tendremos que leer que a tal o cual actriz se le nota demasiado la cirugía o, peor, necesitaría unos retoques?
Preguntas y más preguntas que nos hacemos, nos hacemos a este lado de la pantalla, y del otro lado hay un vacío, una laguna: del otro lado hay mujeres que acompañan a hombres en los programas, hay un florero con cuerpo de mujer, o una pata de la mesa; al otro lado una mujer ríe las gracias, da paso a la publicidad, es humillada, es un objeto sexual. No, no es una exageración: veinticinco minutos de documental y todo está ahí, ahí, donde la mujer normal no tiene cabida, todo está ahí: en lo mediocre, en lo soez, en la sexualidad de las presentadoras que no presentan. Las cualidades de las mujeres vivas de la televisión son puramente físicas: son rubias, son guapas, son simpáticas. Y cuando una mujer con talento se cuela entre bastidores, no vale —no vende.
No cabemos las mujeres normales en la televisión: estamos demasiado vivas, demasiado arrugadas, demasiado fláccidas. No se cabe en la televisión, es tan pequeña. La mujer normal necesita estar a este lado de la pantalla, porque sin nosotras no saben a quién dirigirse. ¿Cómo? El reclamo que utilizan para el hombre es una trampa, es sólo una manera de llegar hasta nosotras: sí, porque nos miramos con los ojos equivocados —los ojos sin tiempo, los ojos perfectos. Medimos a las mujeres de la televisión, las medimos y tampoco caben ahí dentro, es tan pequeña, somos tan pequeñas: insignificantes, al margen.
Veinticinco minutos y lo veréis: la nada que puede llegar a ser la televisión, que no hay manera de entrar y salir de ella sin quedar ileso. La televisión afea, deforma, provoca. La televisión insulta, decora, nos vomita encima. La máscara de la televisión, la tristeza de las mujeres, la altura de la belleza —inalcanzable, tan pequeña es. ¿Qué les pasa a las caras de las mujeres? ¿Qué esconden bajo la máscara?
¡Esconden la tristeza de no reconocerse a sí mismas!
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