Queremos hacer una reflexión a propósito del recién
celebrado foro de Davos, y una noticia que ya hemos publicado en esta web y que
pueden recordar siguiendo el siguiente link: http://economiafemenina.blogspot.com.es/2014/01/donde-estan-las-mujeres-en-davos.html
En este interesante artículo se hace mención a que sólo uno
de cada 7 participantes son mujeres y que, al contrario de lo que se esperaba,
el porcentaje ha disminuido en esta edición con respecto a las anteriores.
¿Por qué la mujer no está más representada en el mundo de la
economía, de la empresa, de la política? ¿Es que no nos interesa? ¿Es que somos
menos capaces? ¿Iría peor la economía, la empresa y la política si más mujeres
estuvieran en puestos decisivos?
Sobre la última pregunta opinamos que, sinceramente, creemos
que no, que iría mejor. Entre otras cosas porque peor, peor, ya no puede ir
mucho, ¿verdad?
Pero empecemos por la primera:
Probablemente, la mujer no está más representada en estos
sectores porque al poder no le interesa, porque tendría que hacer cambios
considerables en la estructura económica, política, y en todos los ámbitos de
la sociedad para que esto fuera posible. Y quizás el varón teme que, con ello,
perdería parte de su hegemonía…
Eso no quiere decir que, en la situación actual, sea un
imposible para la mujer, como evidencian algunas de las mujeres que asistieron
al citado foro. Pero lo tienen mucho más difícil.
Hablando en general, a las mujeres sí nos interesa la
economía, pero con una diferencia: nos fijamos más en la microeconomía que en
las grandes cifras virtuales de la macroeconomía.
A las mujeres sí nos interesa la empresa, pero también de
forma diferente: no como un concepto abstracto o como una máquina de hacer
dinero sino como un lugar de trabajo, de cooperación, de colaboración, en donde
prime el factor humano. Se sabe que las mujeres tenemos más empatía que los
varones –en general-, y esta característica hace que nos preocupemos más de las
personas que trabajan con nosotras. Además, si nos toca ser líder (jefa), nos
interesa la opinión de los demás, nos gusta compartir, colaborar y delegar.
Podríamos seguir buscando características que nos
diferencian de lo que conocemos, y las encontraríamos. Pero nos pueden decir
que, cuando revisamos el papel de las ‘grandes’ mujeres que hay ahora en
economía y política sobre todo, no se ven grandes diferencias con respecto a
los varones en los mismos cargos… Y es verdad, porque, como no se han dado los
cambios sociales necesarios, la mujer que accede a un puesto de poder suele
actuar como el varón, por pura supervivencia, porque es el modelo que ha tenido.
Dentro de los problemas con los que nos encontramos, hay dos
muy definidos: el llamado “techo de cristal”, que es tanto externo -por
prejuicios de los varones- como interno –por nuestros propios prejuicios, por
pensar que no somos capaces igual que ellos… ya se sabe, cuando algo se repite
durante milenios, acaba creyéndose que es verdad-.
El otro problema definido es el llamado “dilema maternal”.
Cuando la mujer tiene que optar por tener hijos o carrera profesional; o bien,
tiene hijos y siente que es una mala madre cuando está dedicada a la empresa, o
siente que es una mala trabajadora cuando está dedicada a los hijos… o sea,
siempre se siente mala. Dicen los expertos, que se pierden del campo
profesional muchísimas mujeres muy bien formadas, porque finalmente eligen a
los hijos; y que esto supone un costo económico elevadísimo para el país. A
pesar de ello, no cambian las estructuras empresariales ni sociales para que la
mujer pueda seguir con ambas cosas y no tenga que enfrentarse a este terrible
dilema.
También, cuando una mujer ejerce de líder con otros
presupuestos, de forma más femenina, se encuentra con algunas dificultades, por
la falta de costumbre de encontrar una ‘jefa’ que pida opinión o que no
imponga… porque esto es considerado por las personas que trabajan con ella
–hombres o mujeres- como un signo de debilidad. La ‘jefa’ tiene que tener las
cosas muy claras, y exponerlo a sus trabajadores para poder continuar
ejerciendo su función. Lo mismo sucede cuando no impone un horario, un lugar de
trabajo –si no es necesario-, unas condiciones rígidas… puede que los empleados
se sientan desconcertados y ellos mismos se impongan normas y reglas, porque
eso es lo que conocen. Pero si se persevera en ello, si se da la confianza
suficiente para que el empleado pueda ejercer su trabajo manteniendo la no
imposición, finalmente se puede conseguir un entorno laboral mucho más
comprometido y flexible al mismo tiempo; que permita a todos laborar de forma
más acorde a la personalidad o necesidades de cada cual. Todo esto no va en
contra de la producción sino todo lo contrario, porque cuando las personas
están bien, todo se va a hacer mejor.
Con todas estas dificultades –y muchas más-, no es de
extrañar que haya pocas mujeres en el mundo económico y empresarial, en cargos de
importancia. Pero deberíamos reflexionar todos, ellos y nosotras, en lo que
podría mejorar la sociedad si la mujer pudiera tener voz y voto en asuntos de
tanta importancia como los que estamos tratando… porque aunque no tenemos voz
ni voto, sí sufrimos -¡todos!- las consecuencias.
Las reflexiones que hemos hecho parten de la experiencia
propia. Pensamos que es muy importante que las mujeres tengamos referenciales
en otras mujeres, que de alguna forma puedan orientarnos en nuestros pasos por
estos difíciles escenarios económicos o empresariales. No es imposible ejercer
como mujer, sea cual sea el entorno. Y animamos a aquellas que están en cargos
decisorios a que reconsideren sus posiciones, que vayan introduciendo pequeños
cambios que sean más acordes con sus sentires naturales. Y que lo cuenten. Que
el esfuerzo y la experiencia de unas, pueda servir para todas.
Publicado por Red Inspiración Femenina Tian
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