Publicado por: Milagros Garcia-Bueno. Lucca, Italia.
El
20 de junio de 1837, un mes después de su 18 cumpleaños, Victoria fue
despertada con la información de la muerte del Rey Guillermo IV, del cual ella
era heredera. Como Guillermo IV no tuvo había
fallecido de pulmonía poco después del nacimiento de ésta.
Hoy me gustaría mencionar un
hecho histórico, que es posible que muchas personas conozcan, ya que se estudia
en el colegio, pero que yo nunca lo había visto bajo la perspectiva con que lo he
hecho, ahora que estamos en la búsqueda sobre el femenino.
No quisiera que se leyera
este artículo como un juicio de valor de si estuvo bien o mal lo que sucedió,
pues esa no es mi intención, sino simplemente transmitir algo que me ha
parecido sorprendente cuando lo he visto desde otro prisma.
Hablemos pues de VICTORIA,
la Reina de un Imperio que llegó a su máximo esplendor como potencia y como
civilización; un momento de apogeo conocido históricamente como la Época Victoriana.
Un año después, con 19 años,
fue coronada y proclamada “por la Gracia de Dios, Reina del Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda, defensor de la Fe” (así dicen los textos).
La infancia de esta joven
princesa transcurrió bajo el rígido control de su madre, la duquesa de Kent y
Strathearn, mujer muy autoritaria que pretendía que, aún a los 18 años, la hija
compartiera su habitación con ella por las noches. Además de vivir un clima
severo y con prohibiciones, la pequeña Victoria sufrió sobre todo de soledad,
por lo que buscó consuelo con la compañía de los animales. En su formación
fueron incluidas las artes de la música, el canto, la danza y la poesía.
Su matrimonio con su primo
Alberto de Sajonia-Coburgo fue proyectado por su tío el Rey Leopoldo de
Bélgica. Esta unión reveló una particular felicidad, dado que Alberto fue el
gran amor de su vida, y como resultado de ella vinieron al mundo 9 hijos.
Aunque con una intensa actividad pública, Victoria supo construirse y gozar de
la vida, ya que en su infancia le había estado negada esta posibilidad. Era
amante del circo, le gustaba viajar y en sus tiempos libres se recreaba con el
dibujo y pintando con acuarelas. Victoria reinó con coraje y sangre fría.
Escuchaba los consejos de su marido, pero sabía que su deber como reina era
tomar sus propias decisiones. Y fue así como de princesa inexperta se
transformó en una reina segura de sí misma, en grado de ganarse el respeto de
parte de todos los ministros del reino.
Durante el reinado de
Victoria emergieron movimientos sociales de la clase obrera, debido a los
cambios producidos por la llegada de “La Revolución Industrial”, en la cual se
desarrolló el mundo textil, la minería, la máquina de vapor, y esto propulsó la
industria siderúrgica, la mecánica y los ferrocarriles. El pueblo, con la idea de
conseguir un modelo democrático, pidió el sufragio universal. El Imperio
Británico llegó a su punto más alto con la colonización de Australia y
Sudáfrica, las penetraciones en China y el control total de la India.
Victoria sabía bien que ella
era la guía de un país, considerado como la potencia más grande del mundo, y es
por ello que en todo momento demostraba firmeza y rigor como responsable del
cargo que ostentaba. Muestra de ello puede verse en declaraciones como esta:
“no puedo tener un hombre a mi servicio que ignore una orden formal mía y si
persiste en su idea, me veré obligada a no considerarlo más mi ministro”.
Fue una época en la que
tomaba forma la monarquía constitucional, a la cual se sumarían sus sucesores.
Ella fue una mujer de gran respeto para todos, que garantizó el valor de las
tradiciones y fue elemento unificador de todo su pueblo. Una frase de ella fue:
“Estoy llena de gratitud: hacia la Providencia misericordiosa, que desde hace
tanto tiempo me protege, y hacia mi pueblo, devoto y leal”. Como vemos esta
peculiar época fue testimonio y provocó grandes cambios para la humanidad,
donde el desarrollo y la evolución del ser humano se aceleraron en modo
exponencial.
¡Curiosamente!, este período
particular fue regido por una mujer, y no parece que este hecho, el que fuese una
mujer, haya sido considerado particularmente, sin embargo, creo que es un caso
extraordinario. Que un momento álgido, en el desarrollo evolutivo de la
humanidad, haya sido guiado por una mujer, que según cuentan de ella, estaba
dotada de una sensibilidad particular: fidelidad, ternura, belleza; y al mismo
tiempo contaba con un carácter y una capacidad de reacción, que no eran como
los prototipos masculinos, sino que respondían más a las características de lo
femenino. Y sin embargo, no dejó que nada ni nadie la influenciara y,
consecuentemente, supo vivir con sabiduría, gozo, amor y arte.
Un
símbolo… un mito…. una leyenda… una mujer…. “VICTORIA”
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