Por Inspiración Femenina
Esta semana recibimos un WhatsApp -de los muchos que
recibimos a diario-, pero éste en particular nos hizo reflexionar sobre los
hábitos (malos hábitos) que tenemos las mujeres en algunos asuntos… hablaba
sobre un señor que estuvo en un accidente de avión, y sobrevivió, pero pasó
unos minutos convencido de que iba a morir, y lo que aprendió en esos minutos.
Entre otras cosas, hablaba de que lo primero que pensó es que todo cambia en un instante, en todo lo
que quería hacer y no hizo, a toda la gente a la que quería haberle dicho que
la quería y no lo hizo, y que aprendió que no hay que aplazar nada en la vida…
decía que ya no tiene vino bueno en su bodega… que cada minuto de la vida hay
que disfrutarlo, que vivimos de espaldas a la muerte, sin querer saber nada de
ella, pero que cualquier momento puede ser el último. Su discurso sigue muy interesante, pero éste
es el punto que queríamos comentar hoy.
Sí, porque si hay alguien que pospone –a veces
indefinidamente- sus sueños, sus ideales, sus pequeños placeres, esa es la
mujer. Siempre hay algo urgente del entorno que ocupa nuestra atención y
nuestro tiempo, y parece que si nos dedicamos el tiempo a nosotras mismas,
estemos siendo egoístas… y nos sentimos culpables. Vamos dejando que pase el
tiempo, quizás pensando que ya tendremos tiempo más adelante… cuando los niños
crezcan, cuando los padres mejoren o ya no estén, cuando tengamos más holgura
económica, cuando… pero, como decía el protagonista de nuestra historia, todo
puede cambiar en un instante y puede haber pasado la oportunidad de realizar lo
que sentíamos o queríamos; aunque no sea por un accidente, puede cambiar por
miles de factores.
Este es un tema que ya hemos tratado en otras ocasiones
desde Inspiración Femenina, pero creemos que está bien volverlo a recordar,
porque la decisión del cambio, la decisión de hacer lo que sentimos, de
disfrutar de lo que hacemos, de reencontrarnos o reinventarnos a nosotras
mismas, de evolucionar, de estudiar, de dejar esas historias de miedos, culpas
y bajas autoestimas, de tomar las riendas de nuestra vida, etc…, no está reñida
con la convivencia en pareja, con el cuidado de los hijos o de los
progenitores, con el trabajo o con las relaciones con los amigos. Con lo que
está reñida es con la falta de respeto que tenemos hacia nosotras mismas, con
el conformismo, con el abandono, con la comodidad, con la resignación, con el
estatismo, con la aceptación y el seguimiento de las normas sociales que siguen
considerándonos ciudadanas de segunda, aunque legal y públicamente se proclame
lo contrario.
No podemos esperar que la sociedad, la cultura o el gobierno
nos animen a buscar otras formas de actuar, otras maneras de pensar, a tener
otras prioridades, porque las actuales son las que más les benefician, ¡pero a
nosotras no!
La decisión de VIVIR y cómo hacerlo, es nuestra. Posponer la
vida es morirse un poco cada día.
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