Por Inspiración Femenina
Seguramente
a ustedes también les habrá pasado alguna vez, que tras aprender una palabra
nueva, ésta parece por todos lados; o que al descubrir una flor que les gusta,
comienzan a verla por todas partes. Incluso alguna conocerá bien la experiencia
de creer que está embarazada y empezar a encontrarse a mujeres embarazadas por
cualquier rincón.
¿Qué es lo
que sucede en esos momentos en que sólo vemos aquello en lo que estamos
interesados? Quizá sean instantes en los que la realidad colapsa, y la inmensa
diversidad que la caracteriza se convierte en homogénea. Una sola posibilidad
aparece, y las demás colapsan.
Desgraciadamente
estas experiencias no son las únicas en las que vivimos el colapso de la
realidad. También nuestra realidad colapsa cuando empezamos a ver sólo lo malo
o lo negativo de una situación, una relación o una experiencia. Toda la
diversidad, todos los diferentes matices de sensaciones, de vivencias y
experiencias acontecidas, de pronto desaparecen y sólo vemos aquello que no nos
gusta, aquello que nos incomoda, que nos daña, que nos irrita. Este colapso
gravitacional es para las mujeres un motivo habitual de depresión pues sumerge
nuestras realidades en callejones sin salida.
También
colapsamos la realidad cuando, por el contrario, solo vemos la parte virtuosa,
amable, adorable de alguien; cuando sólo contemplamos los pros y no los
contras, o cuando únicamente nos fijamos en las posibilidades y no en las
dificultades. Esto suele pasarnos a las mujeres en el inicio de una relación, o
en el comienzo de un proyecto. No es motivo de depresión, pero sí puede ser
terreno abonado para el desengaño. En cualquier caso, vemos que no contemplar
toda la realidad, sino sólo una pequeña porción es un permanente motivo de
enfermedad.
¿Cómo es
posible que la realidad colapse, que nos convirtamos en visionarios sesgados
por patrones establecidos?
Los
estudiosos del comportamiento de la estructura intima de la materia pasaron
mucho tiempo tratando de descifrar el enigma del colapso. Uno de ellos,
Schrödinger, se acercó bastante a ello a través de lo que se llamó el colapso
de la función de onda. En mecánica cuántica se describen los estado de un
sistema, generalmente se les denomina funciones de onda. Las funciones de onda
nos describen las múltiples posibilidades que tiene una partícula subatómica de
comportarse. Todas esas posibilidades existen a la vez, hasta que la
observamos, momento en el cual, todas las posibilidades colapsan, menos una,
que es la que podemos llegar a ver.
Schrödinger
explicó su teoría con un ejemplo cercano, el famoso ejemplo de un gato que se
mete en una caja con un elemento que tiene una probabilidad del 50% de
matarlo. Hasta que no abramos la caja, no sabremos si el gato está vivo o
está muerto. La cuántica nos dice que mientras que no abramos la caja y
observemos al gato, éste está en un estado superpuesto, combinado, del gato
vivo y el gato muerto. En el momento en que abrimos la caja, y observamos, de
las dos posibilidades que había, una de ellas colapsa y la otra permanece.
Aunque la
cuántica vive bien con este tipo de estados, nosotros vemos al gato vivo o al
gato muerto pero no en una combinación. Sólo nos quedamos con una de las
partes, la otra desaparece. Ese hecho se denomina colapso de la función
de onda y no tenemos ni idea de cómo o por qué pasa.
Así ocurre
en nuestras vidas cotidianas: vemos una parte de la realidad u otra, pero
habitualmente nos resulta difícil ver toda la realidad en una amplificación
combinada.
Ante este
enigma, otro físico cuántico vino a nuestro auxilio: Everett, con su teoría de
los múltiples universos. Everett trató de explicar el colapso de la función de
onda y lo que propuso es que el colapso en realidad no se daba. La
función de onda nunca colapsa, sino que en el acto de medir el universo, éste se
desdobla en tantas ramas como posibilidades existan. En el caso del gato,
al abrir la caja el universo se desdobla en dos ramas, pero pudieran ser muchas
más dependiendo de la cantidad de posibilidades.
Entonces lo
que ocurre no es que colapse la función de onda sino que nosotros percibimos el
estado que está en la rama que nos ha tocado, pero habrá otra copia de nosotros
que perciba lo contrario. Es decir, al abrir la caja del gato, el
universo se desdobla en dos partes:
1.
En una vemos el gato vivo.
2.
En otra vemos el gato muerto.
3.
En todas las ramas hay una copia de todo, nosotros, la caja, el gato,
etc, y no notamos el desdoblamiento del universo.
El universo
sufrirá tantos procesos de división como medidas hagamos sobre estados cuánticos
superpuestos y en cada una de ellas se dividirá en tantas ramas como estados
que formen la combinación.
Obviamente,
todas estas teorías cuánticas no son fáciles de experimentar en el día a día.
Pero de algo tiene que servirnos saber que la materia se comporta de ese modo.
Nuestras vidas están sometidas a las leyes y criterios newtonianos, en donde la
realidad colapsa, y sólo podemos ver una de sus posibilidades, pero ¿qué tal si
apostamos por saber que ninguna de las opciones colapsa sino que siguen existiendo
en diferentes universos?
De este
modo, cuando sintamos que nuestra realidad colapsa porque solo vemos una parte,
una porción, una cara, una visión, será más fácil diluir ese callejón sin
salida en el que con tanta frecuencia caemos las mujeres y que nos conduce a un
estado depresivo con tanta fuerza, que es una afección el doble de frecuente en
mujeres que en hombres. Todas las opciones siguen existiendo, aunque nosotras
no podamos verlas en ese momento. En algún universo hay una copia de nosotras
que está viendo la otra parte de la realidad.
Además, sabemos
que es el momento de la observación lo que genera el colapso de la función de
onda, o al división en múltiples universos, y también sabemos que observar es,
de algún modo, juzgar la realidad. Propongámonos, por tanto, contemplar.
Contemplar sin intervenir y sin juzgar lo ocurrido, puede permitirnos seguir
viviendo en todas las posibilidades, sin que ninguna de ellas tenga que
colapsar. El ejercicio de la contemplación y la meditación puede ayudarnos a
aunar todas esas facetas de nosotros mismos para amplificar nuestra consciencia
y no quedar atrapados en sectarismos.
Atreverse a
vivir bajo ese criterio es dar un salto al vacío misterioso que nos sobrecoge y
nos hace libres… para vivir en una realidad cada vez más amplificada.
Genial, interesantísimo!
ResponderEliminarYo también establezco paralelismos entre la ciencia y mi propia vida, fruto de mi formación universitaria por eso me ha encantado el artículo.
Enhorabuena.