domingo, 5 de abril de 2015

RESUCITANDO


Por Inspiración Femenina


Hoy, 5 de Abril de 2015, Domingo de Resurrección, la cultura predominante conmemora la resurrección de su enviado. Algunos, lo harán regresando de sus vacaciones primaverales; otros, en medio de un gran atasco en la carretera; otros habrán estado trabajando; para otros será un momento de intimidad, e incluso para algunos puede haber sido un día de culto y oración.
No sabemos cuantos de ellos recordarán la historia que narran las escrituras, ni cuantos se acordarán de quienes fueron testigos de aquella resurrección. Nosotras hemos dedicado el día a acordarnos de ellas, de las mujeres, de las que supieron esperar, de las que le vieron resucitar. Si fueron ellas las que presenciaron la resurrección… ¿qué nos quiere decir el relato? ¿Acaso silenciosamente nos instaba a resucitar porque estábamos muertas?
Entre recuerdos, proyecciones y pensamientos, se nos ha ido el día preguntándonos a qué hemos de resucitar. Si conmemoramos algo es para mantenerlo vivo entre nosotros. Por eso, nos preguntamos una y otra vez… ¿a qué hemos de resucitar las féminas?
Quizá para descubrirlo, primero tendríamos que saber a qué hemos muerto las mujeres. Y al pensar en ello, un atisbo sombrío se cierne sobre nosotras, porque es tan larga la lista, que la resurrección se nos antoja lejana. Sin embargo, no sería justo dejar tan magna empresa abandonada por un asomo de incertidumbre, y nos hemos atrevido a divagar.
Las mujeres hemos muerto a nosotras; hemos muerto a la soberana disposición de ser una misma; hemos muerto a la maternidad sin sufrimiento y al amor sin ataduras. Las mujeres hemos muerto a la sensualidad espontánea, y a una sexualidad de sorpresa; hemos muerto y seguimos muriendo a enamorarnos de todo lo que hacemos, por miedo a la celotipia de quien dice amarnos; hemos muerto a vivir sin mirar el pasado y sin temer el futuro. Las mujeres hemos muerto a la ternura del cuidado y a la sencillez de lo no valorado. Hemos muerto a expresarnos, sin miedo a las represalias, y a decir sin caminar por el filo de las verdades a medias. Hemos renunciado a querernos las unas a las otras, a aliarnos sin temor a la ofensiva, a comprendernos… a curarnos las heridas.
Y en resurrección, nos hallamos como un equilibrista en mitad de su cuerda: con una vasta esperanza por delante, y un abismo insondable a nuestros pies. Si nos quedamos aterradas por el vacío y la caída, lo más probable es que no podamos seguir adelante. Pero si nos centramos en la otra orilla, como si fuera lo único que existe, quizá nuestros pies sepan llevarnos por la cuerda infinita, en los quebrados y flexibles movimientos del equilibrio.
Quizá resucitar es simplemente eso: dejar de obsesionarnos con la caída, y apostar por el siguiente paso. Sin siquiera pensar en el que vendrá después.
Quizá resucitar sea saberse en medio de un mar que nos va llevando.
Quizá resucitar sea atreverme a decirte mañana, que te amo.
Quizá resucitar sea, simplemente, decir que no a lo que me hace daño.
Quizá resucitar sea, tan sencillo, como seguir caminando…
sabiendo que vamos de la mano.



1 comentario:

  1. Qué preciosidad! Qué inspirador!
    Gracias por este aprendizaje. Estamos en el camino de ir asimilando despacito y de encontrarnos.
    Un abrazo!

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