Nos conmovió esta noticia. Con la ligereza que abrimos el grifo en nuestros países de "agua potable" y temperatura "al gusto". Con la poca consciencia que la desperdiciamos. Con el poco agradecimiento que tenemos por disponer de ella…
Vivimos en el mismo planeta, pero a decir verdad, pareciera que vivimos en galaxias diferentes. Mientras para unos abrir el grifo es un acto automático, para otros el tener agua es el "esfuerzo diario" y en él, a veces, se les puede ir la vida.
Y una vez más… las mujeres están unidas al trabajo extremo, a la lucha por la supervivencia. Mientras los hombres de sus países luchan y combaten. Estados de consciencia diferentes, ¡sin duda!
Qué menos que por las mañanas, cuando abramos el grifo de nuestras duchas, simplemente demos ¡gracias!
ANA PALACIOS Etiopía
El agua también tiene género. Mejorar el acceso beneficia sobre todo a las mujeres. Sucede en Etiopía.
Sarah, de 14 años, vive en Divaguya, un pueblecito en la Gumuz Region, al
este de Etiopía. Camina durante una hora, dos veces al día, hasta llegar a esta
fuente. Rellena su garrafa de veinte litros y la ata a su espalda...
Las cifras, como las gotas,
una a una, van cayendo y conformando un río. En este caso el de la pobreza: un
total de 783 millones de seres humanos viven sin agua limpia, 2.500 millones
carecen de adecuadas condiciones de saneamiento.... Cifras escalofriantes que
nos recordaba hace unas semanas el presidente de la Asamblea General de la ONU,
John W. Ashe. "Erradicar la pobreza extrema es nuestra prioridad
absoluta, y nuestra guía es el desarrollo sostenible. El acceso universal al
agua potable, saneamiento y energía serán críticos en este aspecto”. Y es
conocido también que ellas, las mujeres, se llevan la peor parte. Aunque ya se
respiran los cambios...
Hace unos días volví de
África. Después de casi dos meses fuera, tenía la nevera vacía, así que bajé al
supermercado a comprar básicos. Me llevé un paquete de seis cajas de leche, un
par de tetrabriks de zumo, otro de caldo preparado y una botella de refresco de
dos litros. Total 11 litros. Algunas verduras, pasta y queso. Calculé unos 13
kilos de peso, dividido en dos bolsas y debía andar tres manzanas de vuelta al
piso. Chin, chan. Tuve que parar tres veces a cambiarme las bolsas de mano. Me
desequilibraba a cada paso y llegué sudando a casa. Menos mal que eran solo
tres bloques, pensé, unos diez minutos caminando. Esta anécdota de mujer
blandengue me hizo reflexionar.
Pensé en las niñas y mujeres
que había conocido durante estas semanas en Etiopía. Esas niñas que caminan una
media de dos horas al día para llevar agua desde las fuentes hasta sus hogares.
Llenan sus dos garrafas amarillas de 20 litros cada una, hasta la última gota,
las cuelgan de una rama que apoyan como pueden sobre sus hombros y regresan con
ellas, en general, en la cabeza. Esa imagen tan africana. Marchan sin parar,
con paso firme y alerta. Con los cinco sentidos puestos en su ruta, muchas
veces empinada y sin asfaltar. Atentas a las hienas, que a tantas mujeres han
devorado ya en esos senderos, y sin perder de vista a los hombres que se
cruzan, deseando tener suerte para que no las asalten, ni las rapten, ni las
violen. Llegar sanas y salvas a casa cada día es una aventura sin garantías.
Todo por el agua. Cuarenta litros.
Según las estadísticas
elaboradas por el Ethiopian Development Research Institute en el último
censo sobre población y recursos en Etiopía (2007), la cobertura de agua potable en zonas rurales es del 66% y del 95% en
zonas urbanas. El 27% de la población obtiene el agua directamente de los
lagos, ríos y estanques y un 28% lo obtiene de pozos o manantiales no
protegidos. Esto se traduce en que una gran parte de la población –mujeres en
su mayoría– tiene que desplazarse a buscar agua fuera de sus hogares con los
consiguientes problemas que se desprenden de esta molesta actividad.
Cuarenta litros de agua que
servirán para atender las necesidades hídricas de toda la familia. Las mujeres
planifican cuidadosamente el consumo distribuyéndolo proporcionalmente para
cocinar, para beber, para lavar ropa, para lavarse ellas y a sus niños, para
regar el huerto, para los animales, etc. Según el informe Evaluación de
género de los proyectos de Agua en Etiopía, de Intermon
Oxfam, la participación de ellas en la
producción de alimentos es fundamental. Emplean entre un 60% y un 80% de su
tiempo de trabajo en actividades agrícolas. Esto significa que la seguridad
alimentaria de las zonas rurales depende principalmente del trabajo de las
mujeres. Mientras los hombres, en general, se dedican a la producción de
cultivos comerciales, son ellas las que atienden la producción para la
subsistencia familiar. Cultivan verduras y mantienen el ganado para alimentar a
sus familias o vender en los mercados locales. Por tanto, el uso de esos 40
litros de agua es doble: el doméstico y para fines productivos.
Si leemos entre las líneas de
estos datos tan fríos podemos desmadejar el ovillo en asuntos prácticos del día
a día. Por ejemplo, si las mujeres emplean unas dos horas en ir a por agua, en
ese tiempo no pueden hacer otras cosas como trabajar para generar ingresos o estudiar
para acceder a puestos de trabajo de mayor responsabilidad, potenciando así la autoestima y el reconocimiento.
Además, si recorren largas distancias y cargan durante horas con ese peso se
desencadenan problemas de salud como dolores de espalda –aplastamiento de
vertebras, desviación de columna, etc.– que pueden, incluso, tener
consecuencias negativas al dar a luz, dificultando el momento del parto.
Etiopía es una sociedad
patriarcal que relega a las mujeres a un segundo plano justificándose en la
tradición y en la religión. Sin embargo, con el esfuerzo para conseguir los
Objetivos de Desarrollo del Milenio algunas cosas están empezando a cambiar.
El Gobierno del país es
consciente de estos serios problemas y, uno de los ocho objetivos que se
enmarcan en el primer programa de Desarrollo de la Mujer Etíope (WDPI), es
mejorar la situación para mujeres y niñas sensibilizando sobre asuntos
medioambientales, facilitando el acceso de agua potable aumentando el número de
surtidores para que ninguna persona tenga que andar mas de 30 minutos para
conseguir agua. Del 2005 al 2010, el porcentaje de acceso al agua potable en
zonas rurales creció del 25% al 66%. Además, aunque las mujeres desempeñan un
papel importante en el uso y distribución de agua a nivel doméstico, también ha
sido reconocida su función en los programas de desarrollo teniéndolas en cuenta
en la toma de decisiones y gestión de estos recursos hídricos.
Ya en 1995, con la firma de
la Constitución de Etiopía, se aseguraba la igualdad de género y desde entonces
se han promulgado distintas leyes que deberían garantizar esta igualdad. El desafío,
sin embargo, es conseguir que se cumplan. Una de estas leyes, promulgada en 2003, es precisamente el acceso de las
mujeres a la propiedad privada de tierras, por ejemplo. Esto hace que las
mujeres estén todavía más interesadas en las infraestructuras de agua, que
irrigarán esas potenciales tierras en propiedad.
Hasta hace pocos años, ellas
eran solamente usuarios pasivos, excluidas del proceso de toma de decisiones y
de las actividades remuneradas o de formación relacionadas con el agua. Con el
diseño de estos programas de desarrollo potenciado por la cooperación
internacional se han tomado medidas especiales para incluir a las mujeres en
estas estructuras, como los comités de agua y saneamiento para asegurar que
están activamente involucradas.
Hoy se garantiza que haya el
mismo número de hombres que de mujeres representados en estas juntas, en las
que se deciden temas tan importantes como la ubicación de los surtidores, tecnologías
utilizadas, materiales, distribución de tareas y estrategias en caso de sequía
o cortes de suministro. Incluso, en muchos casos, se nombra a mujeres como
presidentas o tesoreras de estas comisiones.
Estas medidas contribuyen no
solo a conseguir la igualdad de género, sino que, al mejorar el acceso al agua
de las comunidades, se potencia la salud, la educación y la producción agrícola
para el consumo propio e incluso para la exportación. Éxitos que acercan a
Etiopía a alcanzar los soñados retos del milenio antes del 2015 en la lucha
contra el hambre, promover la igualdad entre los sexos y a la disminución de la
mortalidad infantil.
"El objetivo de los
proyectos de agua no es la construcción de una presa o instalar una bomba.
Deben funcionar, ser utilizados, y quizás lo más importante, deben ser parte de
un proceso más general de cambio social", aseguró un día Jan Lundqvist
(Departamento de Agua y Estudios Ambientales de la Universidad de Linkoping,
Suecia). Que así sea.
Publicado por Inspiración Femenina Tian.
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