martes, 16 de septiembre de 2014

DESDE LA LUNA

 Por Laura Sierra

¿Te vienes conmigo a la Luna?.
Tranqui, que no te lo digo en plan canción-súper-romántica-de-amor-desgarrado. Te lo digo para que tomemos perspectiva.
Si sigues leyendo, no te dejaré opción. Luego dirás que no te he avisado.
Bueno, que te vienes, ¿no?. Pues andando.
Ir a la luna no es difícil. Ponte de puntillas y cierra los ojos. Dame la mano por si no te lo crees y mientras nos elevamos y llegamos te explico por qué necesito perspectiva.
Necesito perspectiva porque quiero agrupar una serie de pensamientos que me rondan y que luego te contaré. Lo que ocurre es que aquí no hay claridad. Por eso lo de volar alto.
No sé si a la vuelta habremos arreglado algo, pero estoy segura que al menos el cambio de aires nos vendrá bien a los dos.
Ahora ya puedes abrir los ojos. ¿No ves?, ha sido rápido. Y como estamos en mi imaginación no necesitamos escafandra y podemos hinchar nuestros pulmones con este raro aire lunar.
Nos vamos a sentar en ese cráter, cual Principitos. Yo creo que optaré por posicionarme a lo yogui, algo impensable para mí hace unos años. Más aún que estar sentada al lado de este cráter de la Luna.
Y ahora te invito a que sin perder de tu campo visual la Tierra, mires a tu derecha, hacia Venus… ¿lo notas?. El movimiento, claro. Cambiando el punto de referencia te das cuenta que no estás quieto, que el suelo que pisas se mueve y también notarás cómo se mueve la Tierra. Pero ten cuidado y siéntate, porque te puede entrar vértigo. Es como si estuvieras montado en una atracción de feria que gira, ¿verdad?, ¡qué flojedad en las piernas!.
Siéntate si quieres, sólo quería que notaras que nada de lo que ves por aquí está quieto.
Ahora lleva la vista a la Tierra. Es impresionante desde este mirador tan privilegiado. Y respira, sí, porque, qué pequeños son nuestros problemas vistos desde aquí.
Pero no va esto de problemas, quiero que mires las nubes. Mira qué rápido viajan. Mira cómo se crean y se difuminan las tormentas. No pierdas de vista aquellas masas nubosas que a veces nos aterran aunque desde aquí parecen de juguete. Cómo todo pierde intensidad cuando, con perspectiva, descubres su pequeñez.
¿Qué más podemos observar?. Bueno, si nos quedáramos aquí sentados miles de años podríamos apreciar cómo van evolucionando los continentes pero ahora no tenemos mucho tiempo y aunque en mi imaginación puedo dilatar nuestro tiempo de vida, no hemos venido para eso. No quiero que te impacientes.
Vamos a fijarnos ahora en otras cosas que se mueven. Afina un poco la vista, traspasa las nubes, ponte las gafas de cambio de escala y podrás ver a las aves migrando.
Ahora echa un ojo al agua. Si, ya se que me fijo mucho en ella y que parezco Bruce Lee. Llámalo defecto profesional. Qué le vamos a hacer. Piensa lo que quieras pero mira los ríos. Mira el agua moviéndose. Mira el Amazonas, mira en Nilo, mira a ratos el Tirteafuera. Movimiento, transcurrir.
¿Qué impulso hace que se mueva todo?. Temperatura, pendiente, atracción, gradiente… impulsos naturales. Impulsos verdaderos de esta Tierra.
No me mires con esa cara, retén un poco más el bostezo. Pronto estamos de vuelta.
Quería decirte todo eso para que ahora te fijaras en esas masas grisáceas al sol y luminosas en la noche que son las ciudades, los asentamientos humanos. También aquí veo movimiento, si. Pero es más un movimiento interno dentro de la ciudad. También hay movimiento humano de ciudad en ciudad, pero déjame que te diga, volviendo al agua, que veo que se trata de algo parecido al movimiento de los elementos de una charca. Movimientos dentro de la estanqueidad. Y los viajeros, como renacuajos saltando de charca en charca.
¿Qué impulsa el movimiento dentro de la charca?. ¿Interés económico, interés personal, poder?. Que no digo que esté mal. Es así. Así es cómo funcionan las cosas en los lugares estancos como las charcas. Impulsos menos universales que los otros. Más corrompidos. Como el agua de la charca.
Es que a veces me pregunto si no sería mejor que los humanos nos moviéramos por nuestros impulsos naturales y así, siguiéramos siendo nómadas y supiéramos leer las nubes, reconocer las plantas, saber cuáles curan, cuáles alimentan… Desplazarnos cuando el clima no acompañara y así conocer la Tierra de verdad y ser parte de ella.
En la charca, algo me dice que no tenemos perspectiva y que todo lo pequeño se engrandece. Es difícil que la charca sea prístina. ¿Donde se ha visto un agua estancada pero clara?.
Con esto te digo, amigo mío, que a veces creo que parte de nuestras enfermedades, de nuestros problemas, de nuestras obsesiones, vienen de no mover nuestras aguas, de no seguir nuestro impulso salvaje. De vivir de esta forma que veo, cada día, más antinatural.
¿Acaso no será una quimera querer estar completos, ser felices, estar completamente sanos cuando nuestra forma de vida no sigue las leyes de nuestro instinto?. ¿Seremos nosotros como esos perritos de patitas finas, creados en laboratorio que no aguantarían ni dos días si los dejas en el campo silvestres?. Algunos ni dos horas.
Bueno, compañero de viaje, como ya te anunciaba, no vamos a llegar a ninguna conclusión. Solo se trata de preguntas y más preguntas que ni siquiera son nuevas.
Si quieres volvemos a nuestra charca.
Si quieres, antes dejamos un par de huellas en este suelo cenizo. Dos tuyas. Dos mías. Y que le den a Amstrong.
Dame la mano y vuelve a cerrar los ojos.
Mientras volvemos te confieso que esto de mirar en perspectiva es un juego tramposo con el que solo pretendía confirmar conclusiones que ya tenía. Es engañoso y tramposo porque siguen siendo mis mismos ojos los que miran.
En el próximo viaje, no necesitaremos ir a Marte.
En el próximo viaje necesitaré la perspectiva de algún habitante de otro universo.
Tú, por ejemplo.

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