Recopila : Amapola Mojica
A través de las redes sociales pude leer esta
historia, me llamó la atención, tanto
que desee compartirla.
Soy una
mujer de 40 años y me gusta proyectarme al futuro, no por miedo, si porque me gustaría que la historia de mi
generación fuera distinta a la habitual. Me gustaría no repetir la historia de
mis abuelas, tías o amigas, o de muchas mujeres que tienen 60, 70, 80 años y no
precisamente disfrutan la vida, por causa de su edad y su estilo de vida.
Conozco
igualmente algunas mujeres que ya han dado cambios y se atreven a plantear una
vida distinta a los estereotipos,
mujeres maduras y ancianas, o como mejor dicho mujeres antiguas.
En el
siguiente reportaje se nos relata la propuesta de un grupo de mujeres buscando, indagando, proponiendo, un
estilo de vida diferente. Sus palabras me gustan porque recogen la experiencia de algunas de ellas, algunas
han sido feministas y reflexionan sobre como el ser feminista ha cambiado del
siglo pasado para este, se plantean un futuro de jóvenes que ya aprendieron lo
que ellas vivieron y pueden generar nuevas propuestas, plantean que hay una
evolución en las generaciones de las mujeres. Es un reportaje bello porque las
mujeres hablan para todas las edades y las razas, eso siento.. Aprender de lo
ya vivido para mirar al futuro, sin prejuicios,
contemplando la historia de la mujer...
LINK
http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/viajado-vejez-mujeres-buenas-noticias_0_1526247367.html
La maga que
viajó al futuro y trajo buenas noticias para las mujeres
Para Thérèse Clerc, la menopáusica rebelde, envejecer es una fiesta
Estás
desnuda dentro de una bañera blanca. Tu piel parece haber caducado y sobre tu
hombro cae un mechón blanco. Tus pies son una extraña caricatura del pasado y
lo palpas: nadie ha regado tus pechos durante mucho tiempo. Han pasado 40 años.
De
repente te abrazas, te hueles. Cierras los ojos buscando tus huesos jóvenes
pero encuentras una sospecha: aún eres libre dentro de tu traje. Sí, aún eres
feliz.
Thérèse
Clerc es la bañera blanca, y conversar con ella tiene ciertos efectos.
Esta
activista francesa de 86 años está en Barcelona con motivo de la Muestra
Internacional de Films de Mujeres. La joven cineasta Adèle Tulli la acompaña:
ha rodado un documental sobre su figura titulado Menopause Rebel.
A
Thèrese le gusta que la conozcan así, como "la menopáusica rebelde",
pero el mote le quita importancia. Thérèse tiene el poder de viajar al futuro,
pero sólo al futuro de las mujeres.
A lo
largo de su vida lo ha conseguido dos veces. La primera fue en mayo de 1968.
Thérèse
se acaba de divorciar de su marido, con quien se había casado a los 20 años.
También tenía 4 hijos. De pronto vio cómo las calles de su pueblo se llenaban
de jóvenes revolucionarios. Y había mujeres, muchas. Iban despeinadas, gritaban
cosas bárbaras que hacían reír: "Eran insolentes como mariposas que
acababan de escapar".
Thérèse
salió a la calle y se unió a las marchas de los estudiantes, dijo palabrotas,
hizo amigos en los sindicatos de izquierdas: decidió que era feminista y que iba
a luchar por la libertad de las mujeres. Ella nunca había gozado de tanta:
"Era como cambiar de planeta".
Poco
tiempo después Thérèse se enfrentó a una situación insólita: de pronto, no le
venía la regla. A sus 46 años, había llegado el momento de la menopausia.
No tenía miedo de quedarme embarazada y
empecé a disfrutar plenamente de mi sexualidad
Al
principio estaba confusa: ¿tenía que sentirse vieja justo en ese momento de
liberación? ¿todo había terminado?
Al
contrario: "No tenía miedo de quedarme embarazada y empecé a disfrutar
plenamente de mi sexualidad: hice el amor con mujeres, con hombres. Un cuerpo
liberado responde al placer de una forma asombrosa", ríe.
Pasó
el tiempo. Los hijos de Thérèse se marcharon de casa y le dieron 14 nietos.
Pero entonces su madre enfermó del corazón y tuvo que quedarse postrada en la
cama. Thérèse la cuidó durante los siguientes 5 años.
"Empecé
a pensar en mi propia vejez y sólo veía dos opciones: o hacerme vieja y acabar
muriendo sola en casa, o ir a una residencia. Ninguna de las dos me pareció
bien".
La
segunda vez que Thérèse vio el futuro fue el año 2000, después de que su madre
falleciera. Imaginó un hogar autogestionado sólo para mujeres donde retirarse y
envejecer juntas: "Un lugar donde pudiéramos ser libres, basado en los
principios de solidaridad, feminismo, ecología y laicismo".
La vejez trata mejor a las mujeres que a los
hombres. Tenemos entre los muslos un tesoro que se llama clítoris
Al
principio todos se reían: "¿Una casa para mujeres viejas? ¡jajaaja! La
administración no veía posible un lugar sin hombres. Y eso que las mujeres de
mi generación cobran de media un 40% menos que ellos en forma de
pensiones".
Todo
cambió el verano de 2003: una ola de calor se llevó por delante la vida de
18.900 ancianos franceses. "Pedí al diario Le Monde que me entrevistaran y
me dieron un tercio de página. Entonces el alcalde quiso hablar conmigo".
Cuatro
años después, la Casa Babayaga abrió sus puertas en el pueblo de Montreuil: en
ella viven 21 mujeres con pocos recursos que pagan un alquiler de protección
oficial.
También
hay zonas comunes abiertas al vecindario donde tienen lugar las actividades de
una universidad popular, dedicada principalmente a transformar la percepción
social de la vejez:
"Las
mujeres viven de media 88 años, eso significa que la mitad de su vida no son
fértiles. La sociedad se empeña en enterrarnos después de la menopausia,
dejamos de ser productivas y reproductivas".
Para
ella es un momento de liberación: "Los hijos son mayores, los nietos
campan y a menos que haya abuelos que cuidar, empieza un tiempo lleno de
posibilidades. También seguimos disfrutando de nuestros cuerpos".
La vejez no es una enfermedad. Queremos
envejecer de una forma diferente
El
sexo en edades avanzadas tiene un gran potencial emancipador para Thérèse:
"La vejez trata mejor a las mujeres que a los hombres. Tenemos entre los
muslos un tesoro que se llama clítoris. Si hay deseo, nos sirve hasta la
muerte".
Asegura,
entre risas, que muchas mujeres que asisten a sus reuniones siguen descubriendo
que pueden disfrutar del sexo sin su difunto marido: "Algunas incluso
descubren el lesbianismo".
En los
países occidentales, el envejecimiento progresivo de la población ha dado lugar
a una nueva industria que Thérèse percibe como enemiga: "Cuando los
médicos ven a alguien mayor, automáticamente ven a un enfermo. Quieren
convertinos en clientes del mercado de la tercera edad, basado en la asistencia
y la dependencia. La vejez no es una enfermedad, y queremos envejecer de forma
diferente".
–¿Qué
opina de las jóvenes actuales?
–Ya no
tienen que pedir permiso para salir ni actuar. Me gusta cómo se esfuerzan en
sus carreras y que no están tan centradas en la maternidad.
–¿Por
qué cree que tantas chicas que están a favor de la igualdad entre hombres y
mujeres se distancian del feminismo?
– Las
feministas del siglo XX éramos muy radicales. Nuestras hijas se hartaron de que
sus madres no estuvieran en casa, de oír hablar de la lucha. Puede que no
transmitieran la conciencia política como nosotras. Es que en esa época
sentíamos el peso de la Historia, ahora es distinto.
–¿Cree
que el feminismo ha perdido fuerza?
–Las
más jóvenes se dan cuenta de las injusticias, están creando una conciencia
nueva. En Francia las Femen están mal vistas, pero a mí me parece bien lo que
hacen, sobre todo su guerra contra la iglesia. ¡El pasado 8 de marzo se
pasearon por la calle con velo musulmán y los pechos al aire!
–¿Cree
que sirve de algo?
–Los
hombres luchan con el puño en alto, las mujeres luchamos de forma más suave e
inteligente. El camino es largo, pero nuestros cambios perdurarán. Ernst Bloch
decía que la utopía es simplemente sembrar las semillas del mañana.
–¿Les
da consejos a sus nietas?
–Les
digo que allá donde vayan cuenten cuántos hombres y mujeres hay, y los puestos
que ocupan. También les digo que estudien para ganar su propio sueldo, esa es
la clave de todo. Ya habrá tiempo para príncipes poco encantadores. Pero claro,
¡se enamoran!
Thérèse
se despide con una firme sonrisa, llenando a la redactora de besos de
metralleta como los de cualquier abuela.
La vejez trata mejor a las mujeres que a los
hombres
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En el pueblo francés de Montreuil se halla la Casa Babayaga, un hogar
autogestionado donde 21 mujeres mayores envejecen juntas.
Como todas somos magas , hechiceras y chamanas considero importante este mensaje que nos han traído desde lejos esta mujer para todas nosotras !
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